EL MURO INVISIBLE – novela en desarrollo

Mientras Ana se baña, Gaspar va al balcón del hotel y se sienta a mirar el mar. De noche, es más lo que oye que lo que puede ver: apenas unos hilos de espuma que se deshilachan en la playa.

Una imagen no tarda en venírsele, nítida: es de día y él sale a la superficie luego de una jornada de buceo buscando algo.

Ve la playa a lo lejos. Se le viene a la mente que es Egipto, pero unos instantes después siente que es Brasil. De dónde saca esa imagen no lo sabe, pero le divierte tanto como que haya pensado en el país de Tutankamón, otro nombre que le surge. Son flashes que le salen de vaya a saber dónde. Y entre las palmeras, una casa pobre, con techo de paja. Las imágenes son desordenadas. No sabe si se acerca a la playa o solo la mira para volver a sumergirse.

Oye un sonido neumático. ¿Será del tubo de oxígeno? Jamás buceó, ¿cómo saberlo?

—¿Todavía acá? —Ana lo trae de vuelta—. Hace como media hora que estás y vamos a perder la reserva del restorán.

—¡Qué exagerada, nena! Recién me siento a descansar un rato.

Pero ella no solo que ya salió del baño, sino que está vestida, peinada y maquillada. Él mira la hora en el celular y se da con que es cierto: han pasado más de quince minutos.

—Dale, nene, apurate o nos quedamos sin cena.

Gaspar se levanta de la silla y la observa. Está tan buena. Además, es una luz con la cabeza. Él le podrá llevar veinte años, pero la admira en varias cosas, y eso solo le ha pasado con sus ex. A todas las admiró de una u otra manera. La historia se le repite, pero no exactamente igual: después de la última ruptura, se le instaló una pared invisible que de vez en cuando se permea, aunque la mayoría del tiempo lo aísla.

Por eso es que no se termina de conectar del todo con Ana. No son los veinte años de diferencia, no es que él es empresario y ella empleada, no es que… «No es que, nada», se dice para cortar con el pensamiento que se le viene una y otra vez cuando siente que quiere estar con ella como lo estuvo con las demás. Es la maldita pared invisible que siente que ahora lo rodea y a la que no le descubre la puerta de salida.

—Me ducho rápido y vamos, ¿eh? —La abraza y la besa—. ¿Y si nos quedamos a coger? —le dice al oído y le mordisquea la oreja con suavidad.

—Es nuestra última noche acá, hagámosla completa. Además, me vas a despintar y no tengo ganas, después de lo que me esmeré. Me puse linda para vos y mis planes son que acumules energías para reventarte. —Le pone la mano en la entrepierna y le da un último beso antes de decirle—: Ahora andá a bañarte antes de que me arrepienta.

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2 Respuestas

  1. Marcos Saraniti dice:

    Qué bueno leer el principio, Germán!! Está bien que empiece la historia nomás en los primeros párrafos. Te atrapa de entrada. No desentona para nada con el resto que tenía leído. Metele! Cuándo seguimos leyéndola?

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