Desde abajo

Desde abajo

Eso tuve, eso: una vida sin penas ni glorias. Sí, eso. De todos modos, una vez que cruzamos para acá, estamos todos en la misma: el que fue presidente y el linyera. 

Nunca tuve más que lo puesto; una mujer, unos hijos y pare de contar. Alguno, por ahí, podrá decir que fui rico, que la riqueza es la compañía, los afectos, y habrá quien diga que fui siempre un muerto de hambre. Ahora importa poco… Hay que verlo de este lado para entenderlo. ¿Si habría cambiado algo? Por lo que importa…

A mí me da la sensación de que la cuestión genética se da de abajo hacia arriba. No es que uno le pasa el ADN a los hijos, es al revés, porque cuando me morí me llevé la esencia de ellos, la de mis hijos y la de mis nietos, en los huesos me la llevé. Lo único que me llevé. 

Y después tuve a mi mujer, que me aguantó toda la vida, que siempre me llevó unos cuantos metros de ventaja, en todo: en inteligencia, en picardía, en todo… y me quiso a su modo y no se separó de mí ni un segundo hasta que me fui. Es mucho, ¿no? Merecer, no merecer… Para mí que estas cosas tocan en suerte, para qué le voy a mentir…

Hay que ver, ¿eh?… porque el último minuto puede ser jodido, ojo. Igual, no lo sé, porque no estoy en los ojos de todos los que se van, ¿me entiende? Pero en los míos, en ese último minuto, estaban los ojos de ella. Y así me fui tranquilo. Yo me esperaba que en ese momento se aparecieran las cagadas de toda la vida, como una película en cámara rápida. Y nada: los ojos de ella, los párpados cansados de vieja, la boca cerrada, como dibujando una sonrisa… una sonrisa que calma cualquier dolor.

Imagínese irse sin amor. No sé… Porque uno no sabe qué viene y hay tantas ideas y tantas mentiras que uno se vuelve loco y pierde la calma. No sé… Yo digo, nomás…

También tuve unos cuantos amigos, pero ninguno de toda la vida, como le pasa a mucha gente. Muchos de cuando era joven, varios compañeros de trabajo y algunos de la vejez. Gente buena, que me hizo reír y llorar, que me enseñó a vivir de las maneras que viví y en la que pensaba cuando cerraba los ojos a la noche.

¿De mi niñez?, ¿pero usted qué es?, ¿psicólogo? No me acuerdo cuándo me morí, mire si me voy a acordar de cuando era pibe… Son muy pocos los que se acuerdan de la niñez de este lado. Tengo una imagen vaga, pero no sé si es un recuerdo de aquellos años o algo que me contó algún otro. Un miedo es, como que recuerdo una sensación de miedo, de que va a pasar algo terrible y de que no puedo controlarlo. Estaré loco, qué sé yo… muerto y loco.

Usted me va a decir que al menos me quedan las memorias de una vida. Pero la realidad dice que no soy más, ni yo ni mis recuerdos. Soy solamente el pensamiento de ese muchacho que pasa con su bicicleta todas las mañanas hacia la estación de tren y que, para cortar camino, sube la lomita y atraviesa el cementerio del pueblo, ve mi lápida y me imagina, mientras levanta la vista y ve el sol asomándose a lo lejos. Y sigue pedaleando.

Acerca de Marcos Saraniti
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16 Respuestas

  1. Silvina dice:

    Qué buena historia!!! Éste se me había pasado, muy bueno! Soy tu fan

  2. Celene Paganoni avatar celene paganoni dice:

    profunda reflexión

  3. Maira Pelinski avatar Maira Pelinski dice:

    Lagrimitas rodando, Marcos.

  4. Claudio Rosenberg avatar Claudio Rosenberg dice:

    Muy lindo cuento!!

  5. Maria Zavala avatar María dice:

    Muy lindo, me encanto!

  6. Silvina dice:

    Excelente Marquitos!!! Un beso desde Argentina a nuestro escritor groso!!!

  7. Jorgelina dice:

    Hermoso Marquito!!!

  8. Silvana Schreiber dice:

    Simplemente bellísimo!!!

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