DE LA ANÉCDOTA AL CUENTO
Continuando con nuestro viaje de la realidad a la ficción, vamos a comenzar con una de las formas narrativas que más usamos cotidianamente: la anécdota.
Continuando con nuestro viaje de la realidad a la ficción, vamos a comenzar con una de las formas narrativas que más usamos cotidianamente: la anécdota.
Si bien no hay una fórmula para construir finales, es bueno tener en cuenta que un buen desenlace debe reunir algunas condiciones para que el lector sienta que «colorín colorado, este cuento ha terminado».
A la hora de narrar, debemos escoger desde dónde y desde quién hacerlo. ¿La acción va a estar lejos o cerca de donde está el narrador? ¿Será observador o parte de la misma?
El nudo suele ser la parte más extensa de la historia y donde se desarrollan al máximo las posibilidades de la historia. Aquí veremos cómo pensarlos.
¿Día feo para la playa? Una buena opción puede ser el buceo. O no.
¿Cómo sería hoy la vida de los personajes que nos acompañaron de niños?
El nudo/conflicto/giro imprevisto de la historia pone al personaje en una situación inesperada, quizás para él, pero seguramente para el lector. Una estrategia para provocar esto que «desacomoda» es… ver esta consigna.
¿Narrador interno o externo? ¿Lo sabe todo o nada? Fijate cómo manejar esas posibilidades y crear una historia.
Mientras leemos una historia, no quedamos inermes. Nos emocionamos, pensamos, estamos de una manera u otra en tensión, queriendo saber cómo se desenlazan los acontecimientos planteados por el autor. Cuando esto sucede, como lectores sentimos un alivio: el de saber y sentir que el relato se ha acabado, así sea de manera favorable o desfavorable.
En toda narración, los protagonistas tienen objetivos más o menos explícitos y antagonistas que impiden su cumplimiento. Por este motivo, se pueden pensar historias en función de protagonistas, antagonistas, objetos y objetivos.