El oficio de la corrección o un modo de caminar juntos
¿De qué hablamos cuando hablamos de corregir?
A diferencia de la literatura, donde los comienzos in media res siempre me han parecido interesantes, en el plano teórico me gusta ir hacia atrás, al menos todo lo que se pueda de acuerdo con el formato. Por eso creo que es importante empezar por la etimología de la palabra corregir. ¿Que de dónde viene? Del latín corrigĕre. Pero este término, conformado por el prefijo con– y por regere, no es tan transparente como podría parecer y ahora vamos a ver por qué.
En primer lugar, tenemos –con, que puede referirse a globalmente, todo, unión, enteramente, etcétera. En segundo lugar, tenemos regere: poner derecho, regir, dirigir, enderezar, gobernar. De la unión de ambos términos, podríamos decir que corregir implicaría “enderezar completamente, situar en buena posición”. ¿Pero es esto tan así? Cuando se corrige, ¿se corrige todo, de una vez y para siempre?, ¿se endereza, como si existiera una literatura que está torcida y otra que no?, ¿como si los correctores tuviéramos la capacidad de acceder a alguna clase de reservorio universal de “lo que está bien”? La respuesta es no. Y los motivos son muchos y muy diversos. Acá solo dejaré algunos que me parece que puede estar bueno tener en cuenta.
Por un lado, cada corrector abordará un texto siempre desde una perspectiva particular que no solo tendrá que ver con su formación, sino con su trayectoria y su experiencia como corrector. Así, por ejemplo, uno que no haya leído jamás un relato infantojuvenil podrá tener muy buenos conocimientos sobre literatura en general, pero quizá haya elementos, como reglas del género, modos de construir el personaje, expresiones de los diálogos, etcétera, que no podrá reconocer o que, a lo sumo, podrá intuir. A partir de ese bagaje de lecturas, conocimientos y experiencias en el oficio de la corrección, se abordará el texto. Y eso de por sí significa que se lo hará, ya desde un comienzo, de manera parcial. Pero, en última instancia, ¿qué implica esto? Entre otras cuestiones, que no habrá nunca un corrector o una correctora con un bagaje o una experiencia tales que pueda abordar un relato de manera total. Siempre se corrige lo que se puede llegar a leer, y acá vamos a lo segundo: la relectura.
Releer un texto no es solo un ejercicio que, creo, debe desarrollar quien escriba, sino también el corrector. Una segunda, una tercera y hasta una cuarta lectura serán siempre distintas instancias que posibilitarán alumbrar unos u otros objetos, unas u otras expresiones en un rostro, un hecho que la primera vez pasó desapercibido. Por eso mismo, la segunda vez que recibas un texto revisado es posible que haya comentarios sobre ciertos importantes aspectos del relato que nunca existieron en la primera devolución.
Apenas después de estas dos, hay otra especificidad: ¿el corrector debe corregir las tildes, los signos de puntuación, la forma en la que habla un personaje, el modo de construir las acciones, el título y absolutamente todo lo que ofrezca un texto? Aunque eso dependerá del abordaje del corrector, no siempre corregirá el estilo o hará algún comentario o modificación referente a la narratología, es decir, a los personajes, al espacio, al narrador o al tiempo. Así, podemos al menos plantear que la tarea principal del corrector estaría orientada a la forma, para, desde ahí, comenzar a enfocarse en otras relaciones más complejas que se dan en el lenguaje.
Y ahora es cuando deberíamos volver sobre nuestros pasos hasta el principio del texto para responder a las preguntas que nos hicimos. ¿Se corrige todo? No, es imposible. Pero, entonces, ¿corregir implica una tarea tan espantosa como enderezar?, ¿la etimología tiene razón al menos en eso? De nuevo, esto dependerá del corrector. Desde mi experiencia y a partir de ciertas ideas que he ido desarrollando en torno a la literatura, solo puedo decir que la corrección, en el mejor de los casos, no debe enfocarse en enderezar, sino, en todo caso, en encausar. Así, quienes formen parte de este taller desde hace ya algún tiempo y hayan enviado a corregir algún texto habrán podido ver que algo que me interesa cuidar son los modos propios de decir de cada autor o autora. Y eso no significa, en ningún caso, dejar de sugerir otros.
Y en este punto hemos llegado a una palabra clave: sugerir. Si vamos al Diccionario de la RAE-ASALE (2014), tengo que decir que no puedo evitar quedarme con la segunda acepción del término: “evocar algo o hacer pensar en ello” (https://dle.rae.es/sugerir?m=form). ¿Y por qué, ya que estamos, no nos vamos también a evocar? Acá nos encontramos con una palabra todavía más hermosa, con unos significados incluso más profundos: “recordar algo o a alguien, o traerlos a la memoria”, pero también “llamar a un espíritu o a un muerto” (https://dle.rae.es/evocar?m=form). ¿Y qué es la literatura, si no es hablar con otros, que muchas veces están muertos, para que su memoria, o la memoria que tenemos de ellos, no se pierda? ¿Qué es la corrección, sino un modo de caminar juntos, evocando a esos otros con los que no siempre podemos hablar? Un amigo que se fue a vivir lejos, los padres o las madres que ya no están, aquella mascota-familiar que tanto amamos, nosotros mismos.
Fuentes usadas:
Para la etimología de corregir: http://etimologias.dechile.net/?corregir
Para el significado de sugerir y evocar: https://dle.rae.es/