Aliarse con la autocrítica

Quienes escribimos tenemos un enemigo común: la autocrítica, que opera con la ferocidad suficiente para convencernos de que nuestros escritos solo merecen ser un bollo arrojado al cesto de residuos, ya sea físico o virtual. Y digo «convencernos» de manera diplomática, porque en realidad la autocrítica nos ordena que así lo hagamos. 

Erigida en un trono situado en algún oscuro rincón de nuestra cabeza, espera a que nos ilusionemos con una idea y nos pongamos manos a la obra. Entonces se nos aparece e, iluminada con una luz cenital rojiza, dictamina que ha llegado el momento de rendirnos y estrujar la hoja o cliquear en «Eliminar»; no importa si solo nos atrevimos a escribir cuatro palabras o trescientas páginas. Cuando la dictadora lo ordena, nosotros acatamos y luego corremos a refugiarnos en Netflix, Whatsapp o Facebook mientras nos sentimos las peores criaturas del universo y sus alrededores.

¿Por qué pasa esto? Simplemente porque se lo permitimos y nunca la interpelamos. Nuestra autocrítica sabe muy bien que escribimos a tientas y estamos tan ocupados con el exceso de miedos y la falta de certezas, que se ha acostumbrado a dar dictámenes sin objeciones nuestras, convencida de que su palabra es dorada y santa… y esa es, precisamente, la vulnerabilidad que tenemos que explotar. Cuando nos salga al cruce con sus dictámenes al estilo «orangutanes hacen mejores metáforas», en vez de darle la razón de buenas a primeras, preguntémosle el porqué; hagamos que fundamente su benévolo juicio. Posiblemente se quede sin palabras o tartamudee algunas incoherencias, se desdiga y se contradiga.

¿Y entonces habremos ganado la batalla? No. Nunca la hubo y ninguna de las partes lo sabía.

En vez de enemiga, la autocrítica tiene que ser nuestra aliada y una de mucha utilidad. Por ello es importante que le hagamos frente, no como rivales, sino como detectives que llegan a la verdad por medio de preguntas. Una seguidilla de «¿por qué me decís esto o lo otro?» suele alcanzar para que la autocrítica convierta su afirmación «el peor texto que un ser humano podría escribir» en un «claro, el problema era esta cosita chiquititita que estaba acá, pero me puse tan nerviosa que no me salía como decírtelo».

Al fin de cuentas, ella tiene tanto miedo como nosotros de que el texto sea malo y quiere ayudar, pero para ello también necesita de nuestra ayuda.

 

9 Respuestas

  1. Amadeo Belaus dice:

    De acuerdo con lo dicho, pero en mi caso, no le tengo miedo a la autocrítica: la escucho, la acepto y mejoro (¿mejoro?) mis textos. He corregido, antes de darlo por aceptable, hasta unas 15 veces o más y me entusiasmo al encontrar fallos. No siempre, pero corrijo fuerte, me autocritico.

  2. Ángela Peláez dice:

    Excelente reflexión. Si podemos convertir la autocrítica en nuestra aliada, le sacaremos provecho sin que nos baje la autoestima.

  3. Ada Salmasi dice:

    ¡Qué alivio! El poder lo tiene el que escribe…

  4. Romina Simon dice:

    Taaaannn cierto…

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