EL GRAN SIMULADOR

Esta mañana del 18 de junio de 1815, una persistente llovizna retrasa la marcha del ejército francés, comandado por Napoleón. La lluvia de la noche anterior ha embarrado los caminos y hace dificultoso el avance. Cuando comienza el ataque de los británicos, comandados por el duque de Wellington, los soldados franceses quedan atrapados por sus sentidos: el gusto metálico de la sangre en la boca; mezclado con una saliva pastosa; el olor a tierra mojada; a cuerpos sudados y a pólvora, que penetra por todos los poros de la piel; los oídos torturados por las explosiones de los cañones, y la sensación fría y sedosa de las armas, sostenidas con fuerza hasta dejar blancos los nudillos.

 El caballo de Napoleón, después de marchar entre una niebla de balas y metralla, se lanza al galope y conduce a su amo hacia un denso bosque. Allí, en medio de un claro, frena de repente. Bonaparte, desconcertado, se apea y camina con lentitud, tratando de recuperar el aire. De súbito, una luz dorada baja del cielo y comienza a envolverlo. Ante sus ojos, se materializa una extraña formación monolítica que le produce un irresistible deseo de tocarla. Al apoyar sus manos sobre ella, una corriente eléctrica atraviesa su adolorido cuerpo y se desmaya.

Lo despierta un ruido de olas y un extraño zumbido en el cielo. Abre los ojos y  se encuentra acunado por una playa de guijarros. Los rayos de sol lo obligan a entrecerrarlos. Mira extrañado a su alrededor y ve a cientos de hombres, con extravagantes uniformes y armas, bajando de la «panza» de botes de metal y caminando por el mar hacia la costa. «¡Qué buena estrategia! ¡Ojalá tuviera esto en mi ejército!», piensa mientras mira la imagen. El ruido hace que gire sus ojos hacia el cielo, y vea cientos de pájaros de metal volando.«¿Dónde estoy?,¿qué es todo esto?», se pregunta confundido.

Se incorpora con lentitud, y ve que un elegante hombre, muy alto y vestido con uniforme extraño, se acerca hacia él.

El general se extraña al ver un pequeño hombre enfundado en calzas blancas y con una soberbia casaca roja larga. Entonces, comienza a mirarlo con detenimiento, ya que el rostro del desconocido le resulta familiar. Cuando lo escucha hablar en francés, ya no tiene dudas. Desconcertado, le pregunta:

—¿Qui etes-vous?

—Soy el emperador Napoleón Bonaparte, ¿y usted?

Después del momento inicial de sorpresa, responde:

—El general Eisenhower, del Ejército de los Estados Unidos.     

Napoleón no entiende nada, y le pregunta dónde está y qué año es.

Eisenhower le dice que está en las playas de Normandía, y que la fecha exacta es 6 de junio de 1944.

—¿Cómo llegó hasta aquí? —pregunta con curiosidad el general.

Entonces Napoleón le contesta que no lo sabe. En la batalla de Waterloo,  empezó a cabalgar rápidamente, hasta que llegó a un bosque y tocó algo extraño. Y cuando se despertó, se encontraba en la playa.

—Si estoy en el futuro, usted sabe el resultado de la batalla, ¿o me equivoco? —pregunta ansioso.

Eisenhower carraspea nervioso antes de responder:

—Ganaron los ingleses y usted fue desterrado a la isla de Santa Elena.

Después del incómodo momento, el general lo lleva hasta su tienda de campaña para que pueda asearse un poco, y le entrega un uniforme limpio. Napoleón no está acostumbrado a cambiarse sin ayuda, de modo que siente que es algo novedoso, distinto. Cuando vuelve a su papel de emperador, cree que el general americano le está faltando el respeto. Pero al final tiene que agradecerle, pues, a pesar de que no está acostumbrado a usar ropas tan sencillas, se siente muy cómodo con la nueva vestimenta, que le permite moverse con libertad.

Eisenhower le ofrece un puro y se sientan a conversar. Le explica que  están en la Segunda Guerra Mundial, y que él es el comandante supremo aliado de la Operación Overlord, destinada a destruir el dominio alemán en Francia y alrededores. Se entera de que Hitler es un dictador alemán que quiere extender el poderío nazi por toda Europa del Este, y que para ello necesita destruir a Francia, y volverla una república alemana.

—¡Sobre mi cadáver! — exclama Napoleón.

A pesar del odio inmediato que siente hacia el Führer, en el fondo lo admira, ya que es una versión de él en el siglo XX.  El plan  consiste en  penetrar al país a través de las costas de Normandía y llegar a París para poder liberarla.

El general le propone que colabore con ellos, ya que sus dotes de estratega militar son valiosísimas. Él accede de inmediato. Necesita sentirse importante otra vez.

Quedan de acuerdo en no revelar la identidad de Napoleón, ya que se prestaría a muchas burlas y especulaciones. Dirán que es un oficial francés enviado por De Gaulle para ayudar con la operación, dado su amplio conocimiento del territorio francés. Con el nuevo uniforme, y cuidando un poco sus exagerados modales, propios de la corte, estará irreconocible.

Pronto se entera de que sus rivales, los británicos, están colaborando con la operación. También los países a los cuales él atacó en el pasado y anexó a Francia. No puede entender que sus enemigos los estén ayudando. «¿Tanto va a cambiar el mundo si Hitler logra sus objetivos? ¿O los intereses económicos están por encima del mundo si Hitler logra sus objetivos? ¿O los intereses económicos están por encima de todo? ¿Es una solidaridad disfrazada?». Los pensamientos no le dan tregua.

Su amor por Francia lo vale todo. Entonces, se traga su orgullo y soberbia y, con el correr de los días, aprende a trabajar en equipo, a escuchar y a dialogar. Se transforma en un gran simulador.

Su profundo dominio táctico permite que se lleven a cabo con éxito los desembarcos en las cinco playas elegidas.

Se hacen grandes amigos con Eisenhower, compartiendo largas noches de charla sobre estrategias militares.

Pero su actitud de disimulo va agotando su mente a medida  que pasan los días.

«Soy un emperador, ¡no puedo estar acatando órdenes!», piensa mientras la bilis trepa por su garganta. Tiene que volver a su época, ¿pero cómo? A lo mejor, si encontrara un bosque con un claro igual al que lo transportó hasta aquí, podría hacerlo.

Le comunica a Eisenhower su inquietud, y él, contraviniendo toda lógica, le dice:

—Sé que con lo que voy a referirle estoy traicionando a nuestros «hermanos» ingleses, pero usted nos ha brindado una ayuda inestimable para que esta operación pueda terminar con éxito, y sea preservada la paz mundial. Le voy a contar cuáles fueron los errores que cometió el Ejército francés en Waterloo. Si usted tiene la posibilidad de regresar, podrá ganar la batalla. Pero prométame una cosa, y júremelo por su honor —dice con voz solemne.

—¿Qué cosa?

—Que no invadirá los Países Bajos ni ninguna otra nación. Recuerde que ahora  holandeses, austríacos, belgas e italianos están ayudando a hacer grande a Francia, pues no hay grandeza sin libertad.

 Napoleón no sabe que el pedido del general tiene una intención oculta: vengarse de los ingleses que lo humillaron dos años atrás en la base naval británica de Gibraltar. En ese momento, él estaba a cargo de la planificación de la Operación Torch, destinada a invadir el norte de África. Un general inglés, celoso porque no le habían dado a él esa tarea, dijo, delante de todos los oficiales que, si el general americano estaba a cargo de la planeación, seguro iban a fracasar. Eisenhower se prometió que vengaría esa afrenta en cuanto se le presentase una oportunidad. Y ahora ha llegado  una que encaja como anillo al dedo.        

Lo que el general le pide va en contra de sus convicciones y proyectos, pero si puede derrotar a los ingleses en Waterloo, será un triunfo suficiente. Entonces, a regañadientes, acepta.

Eisenhower le cuenta que por un error táctico del lugarteniente Ney, la Guardia Imperial francesa comenzó a subir la colina, y fue masacrada por la artillería británica, con descargas de fuego a quemarropa. 

Napoleón escucha atentamente, mientras maldice a Ney.

A los pocos días, mientras transitan por la campiña francesa, se adentran en un bosque. Para su sorpresa, en medio de un claro, una luz dorada comienza a envolverlo y aparece la misma extraña formación monolítica. Bonaparte se acerca emocionado a tocarla. Eisenhower, que se había quedado rezagado, llama a su amigo pero no obtiene respuesta. Cuando llega al claro, encuentra una extraña marca en el pasto, como un círculo negro, y comprende lo sucedido.  Mira hacia el cielo y se saca la gorra en señal de saludo a su amigo, deseándole suerte.

 Napoleón regresa a Waterloo justo cuando los soldados estaban comenzando a subir la colina. Utilizando sus habilidades y algunas nuevas tácticas aprendidas, logra un triunfo aplastante.

Después de la batalla, se siente envalentonado, y con un deseo inmenso de continuar con sus prácticas de invasión. En un tris, puede conquistar los Países Bajos. Pero recuerda la palabra dada al americano, y enseguida desestima la idea. No sabe por qué, pero el general le ha producido un profundo impacto, despertando su conciencia.

En cambio, invita a todos sus soldados a brindar con coñac, en su enorme tienda de campaña. Todos están eufóricos.

Esa noche, en la soledad de su camastro, piensa en todo lo vivido con Eisenhower, las charlas compartidas, el compañerismo, la generosidad de los países que se unieron para derrotar a Hitler y, entonces, toma una decisión que permitirá que la historia siga su curso normal en el siglo XX: devolverá los países conquistados, pues para ser grande, no se necesita poseer un gran territorio, si no hacer grande el que se posee. No hay nada más valioso que la libertad, y su nueva conciencia no le permite someter a los países vecinos.

 Después de regresar a Francia, y antes de volver a sus obligaciones, decide hacer algo inesperado: recorrer el país para ver cómo vive su pueblo. Realiza el viaje con su ayudante de cámara, y sin darse cuenta, llega a las playas de Normandía el 15 de agosto. Allí, descorcha un Chambertin y brinda por la salud de Eisenhower. Lo que no sabe es que ese mismo día, pero 129 años más adelante, el general americano logrará liberar a su amada París.

5 Respuestas

  1. Andrea Sánchez dice:

    Grace!, un muy buen relato histórico con ese giro fantástico que lo hace super interesante! Ya extrañaba tus descripciones y esa fina tarea de documentación (aparte de las meriendas, obvio). Abrazo grande! Te felicito!

  2. Maira Pelinski dice:

    Qué divertido, Grace! Me gustó este final. Besooos!

  3. Victoria Karamazov dice:

    Graciela, maravillosa historia. Felicitaciones!!!!

  4. Graciela dice:

    Gracias Mario por tu comentario! Signiica mucho para mí

  5. Mario Cesar La Torre dice:

    Que lindo Graciela!!! Un relato historico que une a dos grandes personajes de la historia. Gracias!

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