Amigos

Rodrigo abre su heladera y saca del estante del medio dos latas de cerveza bien frías, perfectas para una noche de verano como esa. Cierra la heladera y va hacia el balcón, donde Martín ya encendió un cigarrillo. Rodrigo le alcanza una lata a su amigo, que la recibe y, con maestría, la abre con la misma mano con que la sostiene. Rodrigo considera hacer lo mismo, pero, para evitar hacer el ridículo, decide abrir su lata normalmente.

—A la birra la encontrás rápido… —dice Martín antes del primer trago, fingiendo suspicacia.

—Es la ventaja de tener la heladera ordenada —responde Rodrigo sarcásticamente—. Deberías intentarlo.

Mientras siguen conversando, Rodrigo se esfuerza por concentrarse en la conversación. Sin embargo, se encuentra prestándole más atención a los ojos verdes de su amigo, a su barba oscura ligeramente desaliñada, a cómo su mano sostiene el cigarrillo.

En el calor de la noche céntrica, Martín se saca la remera. No es la primera vez que Rodrigo se fija en el torso desnudo de su amigo. Sí es la primera vez que no lo disimula.

—¿Qué pasa?, ¿te gusto? —pregunta Martín burlonamente.

Otras veces a Rodrigo se le hubiera ocurrido una frase ingeniosa para escapar de esa situación, pero esta vez se queda en silencio y mira a los ojos de su amigo, que parece confundido. «Es ahora», piensa Rodrigo, que, sin permitirse dudar, se inclina hacia adelante para besar a Martín…

Pero no llega.

Su amigo está un paso más atrás, con la misma expresión confundida de antes. Se quedan callados unos segundos.

Martín dice algo que Rodrigo no llega a oír. Luego se pone la remera, apaga el cigarrillo y deja en el piso la lata de cerveza antes de salir del departamento.

Rodrigo se queda en silencio, inmóvil. Finalmente, termina su cerveza y junta la lata que dejó su amigo. Se toma lo que queda y vuelve adentro.

 

Al día siguiente, trata de no pensar en la noche anterior. «Ya está, no es tan grave: te tiraste a la pileta y no había agua. Hay cosas peores», piensa, tratando de consolarse.

A la tarde, saliendo de la ducha, escucha un mensaje en su celular. Sin apuro, decide vestirse primero. Cuando termina suena de nuevo, por lo que se fija en la pantalla. Se sorprende el tiempo suficiente para que el aparato vuelva a bloquearse. Finalmente, reacciona, desbloquea el teléfono y ve los mensajes de Martín:

«¿Hacés algo a la noche?».

«Tengo birra».

2 Respuestas

  1. Mario Cesar La Torre dice:

    Muy bueno Santiago ! cortito y al pie, como siempre. Extraordinario! Te felicito!!!

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