Váyase, señor

Váyase, señor

Intente cavar un pozo, señor. Intente usted y va a ver lo que le digo. Aquí no hay tierra. Arena, a lo sumo. Arena y piedras. Piedras chicas, piedras grandes, piedras duras y de las que se deshacen en este polvo amarillento que se pega a todo y tiñe todo. El problema es el mar, allá abajo, lejos. Tan lejos que ni se escucha y que tampoco se puede ver por el resplandor. El problema es el aire del mar, que llega sin vida, que trae la sal que seca todo, señor.

Yo ya no veo árboles frutales ni plantas de albahaca o de menta, señor. No sé qué verá usted. No sé qué es lo que pasa con la gente que llega, que ve cosas que uno no puede ver. Yo también llegué de muy lejos, hace muchos años, pero no recuerdo qué vi o por qué me quedé. Me parece, pero tan solo me parece, que había un ciruelo que se secó entero al momento de sacar la primera ciruela. ¿Usted me puede recordar cómo es el sabor de la ciruela, señor?

Y usted dice que vio almendros y limoneros y perales al subir, que se fueron secando a su paso, cuando usted les arrancaba los frutos para comérselos. Así me debe de haber pasado a mí, que me volví viejo y seco como los árboles y arrugado como las pasas de uva. Así debe de andar usted, volviéndose viejo si insiste en quedarse. Así se debe de sentir ahora, aguantándole al hambre y con la boca seca.

Aquí solo viven los olivos y las vides, que ni traen pájaros ni insectos. No hay otra cosa que aguante, señor. Olivos y vides, nada más. No ve cómo terminan, con los troncos todos retorcidos, entre tanta piedra y tanto sol. Y no hay forma, ¿eh?… no hay forma de penetrar la tierra, siquiera para poner cuatro postes y hacer una parra para la sombra. No hay forma, señor. 

Ningún vecino tampoco, que yo sepa. ¿Usted ve a alguien? Algún perdido podrá andar, de vez en cuando, como usted, como yo, pero, ya le digo, deben ser visiones mías, sueños, el sol que recalienta los ojos debe ser, el sol que hace que uno se imagine cosas que no pasan.

Váyase, señor. Váyase antes de que le sea tarde y no se pueda levantar de la piedra en la que descansa la espalda… la piedra en la que descanso la espalda. Váyase antes de que se le deshilache el sombrero de paja y se le cuarteen los labios.

Aquí uno piensa y piensa y se termina olvidando por qué pensaba y qué pensaba. Los árboles que usted decía que se morían, ¿ve? Vaya a saber si no le está agarrando esta cosa a usted también y se le están quemando los pulmones con este aire.

¿Para qué sirve llegar a viejo en esta sequedad? ¿Qué sentido tiene vivir tanto estando solo, eh? Cuando ni la boca se puede abrir y hay que pensar para hablar con uno mismo.

3 Respuestas

  1. Marcos Saraniti dice:

    Gracias!

  2. andresan73 dice:

    Muy bueno, Marcos! El clima que vas generando…y el final! Genial!

  3. Silvina dice:

    Maravilloso!!!! Hasta se me secó la boca de leerlo!!!

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