Un rubí de latido imperceptible
Publicado en la Antología 2012 de Una Mirada al Sur
El brillo del empedrado delataba las cenizas de la lluvia. Una leve brisa bebía de ellas y luego continuaba su camino sin horizonte. El blanco ojo de la noche estaba entreabierto y apenas se distinguía entre las estrellas que hoy brillaban más de lo habitual.
De allí vino él, desde esa luna menguada que no había querido reinar… ¿O sería que, en realidad, el astro cómplice hizo de portal y le dejó una rendija por la que pudo escapar y volver a este mundo?
Como hubiese sido, era tan solo un detalle. Lo importante era que estaba de regreso. Un largo vuelo lo trajo hasta aquí y el cansancio se posó en su cuerpo. ¿Cuánto hacía que no tenía esa sensación?
Sonrió. De donde venía, la carne siempre estaba en estado de esplendor.
Replegó sus alas negras y aterrizó en un altísimo tejado. Unos metros más allá, un gato que ni se había percatado de su presencia, observaba fijamente el distante nido que estaba en la copa del árbol. Calculaba los pasos necesarios, el salto, el tamaño de la rama… pero nunca la caída si fallaba. El resultado de esa compleja ecuación, se traducía en el insistente movimiento de la lengua que paladeaba por anticipado ese sabor tan inaccesible.
Con solo mirarlo supo que, noche tras noche, el felino era el persistente e impotente espectador de un tesoro que, hamacado por la brisa, lo provocaba incesantemente con su sutil bamboleo. Algún día, ese nido lleno de suculentos pichones sería suyo. Algún día… y el deseo le colmaba de destellos plateados los ojos amarillos.
Cuando terminó de leerle el pensamiento, sacudió la cabeza en desaprobación. Luego le hizo una caricia y el gato arqueó su lomo.
Entonces añoró su época humana, pero finalmente un suspiro despejó esa niebla azulada que lo envolvía en nostalgia. Le quedaba poco tiempo y su implacable perseguidor venía tras él.
Volvió a desplegar sus alas y, sin quererlo, tiró una teja que estaba floja. Todavía no se acostumbraba a ellas.
La teja fue a dar en el nido, arrastrándolo en su caída hacia el suelo… y cambiando la ecuación: el gato –gordo de nunca comida dejar– le agradeció con la mirada. Y obnubilado, se arrojó desde las alturas en busca del trofeo.
Mientras lo veía caer al vacío, él pensó que la situación le era familiar. Así era la esencia de este mundo y, por esa misma razón, a veces lo había llegado a odiar: un mundo de bestias que no dudaban en arriesgar sus vidas por minúsculos trofeos.
Con el ceño aún fruncido, aceleró su vuelo. Sentía que su perseguidor estaba cada vez más cerca. Pero de repente, una sonrisa logró filtrarse por entre los apretados pliegues de sus cejas, distendiéndole el semblante. «¡No!», pensó. Ahora todo estaba claro para él. Aquello era lo que más le gustaba de este mundo. Era lo más humano, «…junto con el amor», concluyó, mientras una nube roja comenzaba a envolverlo, estremeciéndolo.
¿Qué sería de ella? Aunque se había jurado no verla más, sabía muy bien que era «nada más que a eso» a lo que había venido. Y tras sincerarse consigo mismo, algo como un puño inquieto comenzó a golpetear en su pecho.
Se detuvo, sosteniéndose en el aire con un movimiento acompasado de sus alas. Cerró sus ojos y se concentró. ¿Dónde estaría ella?
La buscó en cada fragmento de un eco, en cada rincón de una imagen, pero ni siquiera una pista. Cuando estaba a punto de rendirse, pensó en el gato: así significase caer al vacío, no se iría sin verla.
En el mismo momento que irguió su cuello y olfateó, sus ojos se iluminaron. Acababa de reconocer ese perfume, cuya estela surgía de un punto en la distancia.
Mirando la luna, le rogó tener tiempo, «…solo un poco más», terminó implorándole, entrelazando los dedos de sus manos en una última y apasionada plegaria.
Luego apuró su vuelo, tanto, que sus alas comenzaron a cubrirse de llamas. Pero no le importaba. Ya estaba cerca. Cuando llegara, no las necesitaría más. El amor le devolvería la capacidad de volar.
Finalmente reconoció la ventana de su habitación y, con un aleteo desesperado, la atravesó como si no esta no hubiera estado allí, separándola de su amada.
Una vez dentro, se quedó inmóvil, observándola extasiado. ¡Era tan bella!
Mientras se recriminaba el no haberse percatado de eso cada instante de su vida, el arrepentimiento caló hondo en sus entrañas. Pero ya era tarde. Su perseguidor estaba cerca. Nuevamente volvía a sentir a ese que encontraba su rastro, donde fuera que quisiese huir.
Pero antes de que lo encontrara y lo volviese a encadenar con grilletes ocres, quiso dejarle un presente a su amada.
Hundió una mano en su pecho y hurgó hasta que logró extraer el brillante corazón que se encendía y apagaba intermitentemente. Con mucho cuidado se acercó a ella. Tomó su mano y allí lo depositó, cerrándosela después muy suavemente.
Sabiendo que era momento de irse, quiso llevarse una última imagen de ella. Pero en ese momento escuchó una respiración profunda. Un hombre. Un hombre que dormía junto a ella. Un hombre.
Sin hacer el menor ruido, se puso al lado de este. Lo conocía muy bien. En los últimos tiempos le había sido muy difícil encontrarlo. Incluso, cuando lo conseguía, obtenía de este una mirada esquiva como todo diálogo.
Lentamente fue acercando sus manos hacia él, hasta que con ellas rodeó su… oído para susurrarle: «Cuídala».
Y tuvo la certeza de que no necesitaba decirle nada más: él entendería.
Cuando se alejaba, un rayo de luz se desparramó sobre él, bañándolo con una paz infinita. Un sonido que reconocía perfectamente, se hacía cada vez más intenso.
Su sueño se borroneaba: la realidad recuperaba el terreno que la fantasía le había arrebatado con la luz de la luna.
Abrió los ojos. Rápidamente estiró la mano hasta dar con el botón que apagaba la alarma del despertador. Luego se levantó de la cama con movimientos muy suaves. No quería que ella se despertara.
Un nuevo día. Su perseguidor acababa de encontrarlo y le exhibía el amanecer como estandarte de victoria… aunque esta vez sería distinto: él ya no le permitiría encierros entre barrotes de rutina.
Sigilosamente se levantó de la cama y se asomó por esa misma ventana que atravesara momentos atrás. Afuera estaba el gato de su sueño, sentado, esperándolo.
Entonces supo de qué se trataba. «La cuidaré, lo juro», susurró. Y cuando levantó su mano, en señal de agradecimiento, el gato sacudió la cabeza afirmativamente. Luego se alejó rengueando hasta perderse en la niebla de la mañana.
Con mucha cautela volvió a meterse en la cama y un suspiro de alivio brotó de su pecho: Hoy era domingo. Pero antes de volver a dormirse, observó de otra manera a la mujer que tanto amaba. ¡Era tan bella!
Y mirándola con ternura, la cubrió con un abrazo tan etéreo y robusto como el aleteo de un ángel. En unos minutos, ella despertaría y se sorprendería por lo que tendría en su mano: un rubí de latido imperceptible.
Enorme belleza poética y efectos paradójicos. Sos un gran escritor, mi querido.
No vale dejar sin palabras (y sin aire).
Éstos son los relatos que hacen que uno se vuelva adicto a la lectura. Desde el inicio hasta el final un placer. Sublime las metáforas….. Grande Ger!!!
E xce le nte!!! Me llevo para el viaje a casa: “un mundo de bestias que no dudan en arriesgar sus vidas por minúsculos trofeos” y “la realidad recuperaba el terreno que la fantasía le había arrebatado con la luz de la luna” sublime.
¡Muchas gracias, Fer querido! Me alegro de que te hayan gustado esas frases.
ME ATRAPO CON UN SENTIMIENTO INDESCRIPTIBLE MEZCLA DE BELLEZA Y NOSTALGIA.
Muchas gracias, Moni querida. Me alegro que te haya generado eso.
Un poema bien contado o un cuento hecho poesia?. Da lo mismo, me encanto.
Y… para cuento es un buen poema y para poema es un buen cuento. Es algo que había escrito hace muuucho tiempo y que algún día tenía que ver la luz.
¡Cuanto lo disfrute! Tiene el ingrediente literario que más me gusta y no se como se llama. Es eso que hace que al terminar de leer uno suspire profundo y sonría.
¡Gracias, Noe! Qué bueno que te haya hecho sonreír. El ingrediente… yo tampoco se.
Bravíssimo profe!!!!!!! con esta maravilla que producís con tanto talento y nos llevas por donde querés teniéndonos en vilo como no voy a salir buena!!!!!! a la larga voy a aprender ‘JA JA JA!!!! UN BESOTE Y FE_LI_CI_TA_CIO_NES
¡Muchas gracias, brava Grace! Lo mío es más empeño que otra cosa… y quererlos a todos.
Muy bello, exquisitamente escrito.Fue un placer leerlo y todavía más en la segunda lectura. Felicitaciones y un beso. Ana
¡Qué lindo que se haya merecido dos lecturas tuyas, Ana! Es un honor. ¡Beso!
Otra vez ¡Gracias Germán! el cuento es un regalo para el alma. El modo con que se desliza el relato es tan agradable, tan tierno, tan original que seduce desde el comienzo al final. ¡¡¡Adoro las metáforas!!! Felicitaciones. Abrazo gigante.
¡Otro abrazote, Ceci querida! Me alegra mucho que le haya gustado a la coleccionista de metáforas. ¡Beso!
Hermoso German, tierno, apasionado, con sutiles toques de suspenso, me encantaron las metáforas, la secuencia. Me tuvo en vilo hasta el final, me gusto el desenlace y el tema aborado con tanta sutileza.
¡¡¡ bravo, este es mi profe !!!
Graaacias, Sofi. ¡Qué lindo que te haya gustado! Me alegro mucho.
WOW, WOW WOW… Me encantó!! Realmente conmovedor!!!
Muchas gracias Germán!! Un abrazo!
¡Otro abrazote para vos, Elsi! Siempre generosa, vos…
Querido Germán: ¡Felicitaciones!, excelente relato. Me conmovió.
Un abrazo.
Esteban Lona
¡Qué bueno que te haya conmovido, Esteban! Un placer que de tanto en tanto pueda tener noticias tuyas.
Un abrazo para vos también.