La barbería

El marinero, ataviado con su chaqueta y pantalones blancos, se movió de izquierda a derecha sobre la silla del barbero. Colocó la boina redonda y blanca sobre su falda. Se meció de delante hacia atrás. De su camisa blanca de dril con cuello azul sacó una daga y la estrelló contra el espejo.
El barbero se sonrió, procedió como si nada hubiera sucedido. Le colocó una capa larga para que el cabello se deslizara fácilmente hacia el suelo del salón. La aseguró en el cuello de su cliente correctamente para evitar que el cabello cortado se escondiera entre la piel y la ropa.
Le preguntó:

-¿Corte de cabello y arreglo de barba? .
– Corte de pelo alto y al ras, como todo buen militar- le respondió secamente.
La respuesta afirmativa fue seguida de un trabajo arduo y artesanal. Le humedeció la cara con una toalla tibia, rasuró sus patillas con mucho cuidado, dejó una cantidad limitada de cabello en la parte superior y el resto del cabello cortado muy cerca de la piel, casi al ras.
El cliente estaba ensimismado, no respondía a los comentarios superficiales del barbero, sobre el calor la humedad el calentamiento global. El solo estaba imbuido en sus recuerdos, en el olor salado del mar. Se veía solitario sentado en el muelle, observando la otra orilla. Vestido con su trajecito de marinero recién planchado, el avanzaba lentamente sobre las olas de colores que cambiaban mientras se iban acercando al sol. Un bote a vela en el horizonte atravesaba el sol de oeste a este desafiante y tan brillante, casi invisible a sus ojos, la visión era casi fantasmal. Navegaba desde Miramar a La Para, en un viaje que duraba unas horas, de la mañana, nada más. Pasaba por la desembocadura del río Xanaes, observaba las aves y regresaba como a las once para ver el tren rosado, que todos los días a la misma hora, los flamencos dibujaban en el cielo.
En el mar, suele haber bastante viento y dificulta escuchar el sonido del bailotear de las olas, Para poder escuchar se levanta el cuello, ese pedazo de tela, por detrás de la cabeza y lo sujeta con las manos, para que haga efecto de embudo y el sonido rebote y se amplifique. Ahora sí, ya puede oír a los patos zambullidores en su cuac y puaf apareciendo y desapareciendo detrás de otra ola de mar.
Observa desde la orilla El Médano la mayor de las islas del Mar de Ansenuza, la imagina toda de arena cubierta de nidos y huevos de flamencos.
El barco se mueve, el barbero cepilla la capa para impedir que el cabello caiga sobre el cuello y los hombros de su cliente. La retira con cuidado y aun cepilla el cuello del marinero, retirando el pelo cortado que quedó en la piel para que no le dé comezón.
Observa con satisfacción su trabajo y gira la silla con forma de barco, de izquierda a derecha, para que su cliente se admire y su padre de la aprobación. Este lo alza alto y le dice mirando la avioneta, el próximo mes serás aviador. Le da un gran beso, lo toma de la mano y saludan a una niña vestida de bailarina, sentada sobre su caballo de circo que espera ansiosa ser aplaudida.

3 Respuestas

  1. Rodrigo VN dice:

    Ex-ce-len-te! Gran narración, gran final, Me encantó!

  2. sofia dice:

    genial, tierno, tiene alas de poesía, exelente narración, felicitaciones…

  3. Cecilia Martinez Rapalo dice:

    Espectacular Gra!!!.Mantiene la incógnita hasta el final y no pierde el candor, que descubrimos sólo al final.Te felicito.

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