GRANDES AUTORES QUE SE AUTOPUBLICARON

¿A los grandes autores los vinieron a buscar las grandes editoriales?

No. No siempre fue así. De hecho, autores consagrados a nivel mundial optaron por la autopublicación al momento de dar sus primeros pasos en el mundo literario. Y este fenómeno no es reciente: ya en en siglo II, Galeno optó por autopublicar De Libris Propriis Liber.
Contando desde la invención de la imprenta, hecho que marcó el antes y el después en el panorama editorial, numerosos autores autofinanciaron sus obras para que por fin vieran la luz. La lista es más que extensa, por lo que aquí mencionaremos los más conocidos, comenzando con Jane Austen, quien en 1811 asumió los costos de la primera tirada de Sensatez y Sentimientos (Sense and Sensibility). Unos años más tarde, en 1827, Edgar Allan Poe tomó la misma decisión para la primera impresión de su libro Tamerland and Other Poems. Charles Dickens, siendo ya un escritor consagrado, resolvió sortear las negativas de las grandes editoriales y costeó la impresión de Un Cuento de Navidad (A Christmas carrol) en 1843.
Entre quienes obtuvieron el máximo galardón literario, el Premio Nobel, también encontramos casos como el de James Joyce, con su icónica novela Ulises, y Marcel Proust, con En busca del tiempo perdido.
En 1961, la autora de El cuento de la criada, Margaret Atwood, eligió autopublicar Double Persefone, su primera obra, y Paulo Coelho, en 1987, pagó por la publicación de El peregrino de Compostela y en 2015, con toda la fama que ya lo precedía, repitió la experiencia con El don supremo, un ensayo auto financiado.
Aún más cerca de nuestros días, 50 Sombras de Grey, no habría sido el superventas que fue si su autora, E. L. James, no lo hubiera autopublicado primero.
Iberoamérica, por su parte, no está exenta de ejemplos como el argentino Jorge Luis Borges, con Fervor de Buenos Aires y el español Ramón del Valle-Inclán, quien, además de autopublicar sus obras, se encargó de distribuirlas.
Podríamos seguir enumerando grandes autores, pero preferimos quedarnos con una pregunta: ¿qué hubiera pasado con sus carreras si no hubieran tomado la decisión de autopublicarse?

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