Nadando en el dulce de leche

Fui una niña consentida y nací en un hogar acomodado en lo económico y repleto de amor, de mis padres y del abuelo que vivía con nosotros.

Caprichosa, pero al mismo tiempo “encantadora”, como decían todos, y la transparencia de mis ojos verdes hacía juego con mi nombre “Clara”. Por una cuestión u otra siempre me salía con la mía. Era sumamente golosa, todo lo dulce era mi perdición, sobre todo el dulce de leche. Mamá decía que tendría que ponerle un candado a la heladera para que yo no me vaciara los potes a cucharadas. Muchas veces me empaché, vomité, me arrastré por el dolor de panza, pero una vez que todo pasaba, volvía a mi glotonería por el dulce de leche. Podrían no haberlo comprado más, pero nadie estaba dispuesto a aguantar mis berrinches.

A partir de los trece años, cuando mi cuerpo comenzó a cambiar, el espejo me mostró la imagen de una niña gordita, con una panza que era difícil de disimular, una papada que hubiera necesitado una bufanda o un pañuelo permanentes para ocultarla, y unas manos con dedos redonditos donde los anillos dejaban su marca y sólo los podía sacar con agua jabonosa. No me gustó nada. Empecé a observar a mis amigas, todas delgadas, a quienes los jean o calzas les quedaban preciosos. Yo no podía usar esa ropa porque todos se hubieran reído de mi cola grande y mis chichas deformando mi cintura. Veía las miradas burlonas de los varones y jamás ninguno me invitó a las reuniones que se hacían en distintas casas de familia.

Pero ese tiempo ya pasó. Ayer cumplí quince años y el sábado es mi fiesta. No tengo muchos amigos, diría bien pocos, pero invité a todo el curso. Mamá y papá están muy entusiasmados. Quieren que sea todo un éxito porque últimamente me ven muy triste y continuamente me están preguntando si estoy bien.

Adelgacé tanto que parezco otra persona. Ahora me doy el gusto de usar la ropa que yo quiero y que me permite estar siempre a la moda. Me costó mucho trabajo. Fui a un gimnasio y me maté en todos los aparatos que había. Me dediqué a comer frutas y verduras. Dejé todo lo dulce. Por ahí entré en un bajón, me dí flor de atracón pero luego vomité todo. Esto lo aprendí en la escuela. La mayoría de las chicas hacemos lo mismo, comemos lo que queremos y luego vomitamos, de esa manera mantenemos el peso.

 Pero no quiero pensar más en esto, quiero disfrutar de este momento y lucirme con el hermoso vestido que me compraron. Va a ser la envidia de todas las chicas, ojalá los muchachos se den cuenta que ya no soy la gordita que provocaba sonrisas y guiños. Ahora soy como todas…soy hermosa.

El parque de casa esta lleno de luces y flores. Ansiosa espero a mis compañeros. Asistencia perfecta. La música y la comida completan una noche que se anuncia como exitosa. Por fin el vals de los quince. Primero bailo con papá, luego con el abuelo, después con mi primo y….bueno nadie más se acerca para continuar con el baile. Quedo sola en la pista mientras todos me observan, algunos con asombro y otros burlonamente. Creo que la mayoría goza con la situación. Siento que el piso se hunde bajo mis pies. Sin embargo reacciono y voy hacia la torta, hundo mi cara en ella, sonrío y comienzo a tirar pedazos a la cara de mis compañeros. Luego del primer momento, todos juegan entre ellos embadurnándose las caras con lo que queda de mi deliciosa torta de cumple, llena de dulce de leche. Nos perseguimos, corremos, reímos, nos mojamos con coca y terminamos con una ronda que mis amigos forman a mi alrededor.

La música se reinicia y todos se pelean por bailar conmigo. No descanso hasta que sale el sol. Entonces nos sentamos y esperamos juntos el desayuno.

Algunos descansan en sillas y reposeras, pero la mayoría nos sentamos en el césped húmedo por el rocío. Todos bostezan, pero nadie se va.  Es el momento de la modorra pero entonces llegan los mozos con jarras de jugos con hielo, de variadas clases,  y es como que vamos despertando  y comenzamos a beber sedientos.

Sube el volumen de la música y llega el café, remos, sanguchitos y empanadas calientes. La fiesta se reinicia. Cada vez hay más alegría y movimiento. A gritos mis amigos piden rock.

El D J pone la banda “Alquitrán” y el griterío hace encender las luces en el  vecindario. Comenzamos a movernos  como si el diablo arreara nuestros cuerpos. Comienza a circular “yerba”, pruebo y poco a poco me voy sintiendo entre nubes y alegre, feliz.

De pronto tres, cuatro compañeros, comienzan a pelear, los puñetazos van y vienen. Los rodeamos y los instamos a continuar la pelea con bullas y empujones. Otros se meten. Corre la sangre por los rostros, uno se cae y queda tendido en el piso. Alcanzo, así, como si el viento soplara en mi cara, a darme cuenta que algo está mal. Asustada corro y llamo a mis padres que están adentro de la casa con sus amigos. Vienen corriendo. Nunca ví a papá tan enojado. Junto con otros hombres ponen orden y se llevan a los heridos.

La música se silencia. Mamá anuncia el fin de la fiesta, nos hace sentar y enseguida corre el café bien cargado y caliente. Ella y sus amigos van pidiendo los números de teléfono y se ocupan de llamar a los padres, uno por uno, para que vengan a buscar a sus hijos. Poco a poco todos se retiran hasta que quedo sola frente a la mirada interrogante de mis padres. Estallo en llanto y escondo mi cara entre gasas y volados.

Mis pensamientos corren una carrera de fórmula uno y veo con absoluta claridad cómo me fui apartando de todo lo lindo y nadé sin salvavidas hacia lo difícil. Creo que debo empezar a mirarme muy adentro, pelearme conmigo misma, regañarme, tratar de no dar pasos en falso, evitar los extremos. Suspiro, recién comienzo a nadar, me va a llevar tiempo llegar a la orilla y sentarme a mirar mi reflejo en el agua, entonces sabré si esa es la persona que me gusta. Suspiro y poco a poco mi corazón va dejando de galopar.

 

3 Respuestas

  1. Paulo dice:

    A mi me gustó. Creo que tiene tensión y hace que uno se apure en la lectura para ver que va a ocurrir. A lo mejor le hubiera puesto un poco mas de pimienta porque parece que va a ocurrir algo grueso y al final se diluye. con un toque mas de pimienta queda un buen relato.

  2. Es la historia, muy abreviada, de una adolescente en este tiempo tan contradictorio. Los momentos por los que va pasando hasta que sola se da cuenta de que hay límites. No busqué darle profundidad. Lamento que no te haya gustado, pero todos los comentarios sirven si uno quiere crecer.

  3. carlos peludero dice:

    No me gustó, trata de ser profundo, pero en mi opinión no lo logra.

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