La nube

Mis parpados niegan abrirse y por tercera vez, a manotones, trato de apagar la alarma del celular. El desperezo largo despierta mis huesos, pero no mis neuronas. Tomo el control del televisor, desde la cama apunto para encenderlo y recibir los treinta minutos de información que me acompañaran el resto del día. Sin prestar mucha atención a la conductora, me detengo en el zócalo del informativo que en letras blancas sobre un fondo rojo anuncia: La nube densa de internet se depositó sobre la ciudad y otras capitales del mundo.

El cielo de nuestra ciudad se vio hoy invadido por una densa sombra, que los especialistas han dado de llamar “nube de datos”. Ahora nos comunicamos directamente con nuestro corresponsal que se encuentra en una de las calles céntricas.

Hola Carla, desde esta madrugada, todos hemos podido observar este enorme nubarrón que…

Salgo de la cama y me asomo por la ventana para ver el pequeño pedazo de cielo que me toca. Ahí está.  Es muy oscura, como si fuera el resultado de la suma de muchos colores. Con un extraño movimiento.

Gracias Jorge, volvemos al piso para decirles que el gobierno autorizó el uso de los dronesjet reservados para la defensa nacional. La finalidad de esto es acercarse a la nube, observar su constitución y estudiar mecanismos para disiparla. La producción indica que ya tenemos imágenes de nuestro propios drones que en estos momentos compartimos con ustedes.

No lo puedo creer… son miles de millones de fotos, videos, textos, códigos. Todo el planeta está reflejado allí. Yo le dije a mí vieja: deja de subir tantas estupideces a la red. Pero si no hay problema yo la subo a la nube, contestas siempre. No tenés la más pálida idea de lo que es la nube. Ahora lo sabes. Eso sobre tu cabeza es la nube. Vocifero desde la habitación a la nada…al ciberespacio…a mí mismo.

Muchas gracias doctor Gonzales, especialista en interconectividad internacional, su explicación ha sido clarísima.

Justo me lo perdí por ir al baño. Me fijo en mi móvil y la pantalla esta negra.  Toco por todos lados y nada. Lo desarmo y vuelvo armar….y nada. La internet del televisor dice fuera de servicio. ¿Y ahora qué hacemos? Busco con el control remoto algunos de los tres canales aire de la ciudad. Aparece un conocido periodista local enfundado en un impecable traje gris, a tono con su pelo y por supuesto también, a tono con la nube informática que amenaza a la humanidad.

Comunicamos a la población que todos los servicios de internet por cable y wifi han sido restringidos solo para uso del gobierno y fuerzas de seguridad. Las autoridades nacionales e internacionales solicitan a los ciudadanos que desconecte sus computadoras, teléfonos celulares, smart tv y cualquier otro dispositivo en red.  Si en el término de sesenta minutos esto no se realiza voluntariamente, los entes autorizados lo harán en forma compulsiva y unilateral. El presidente ya firmo las resoluciones que dejan sin efecto la confidencialidad de los datos personales, para que los técnicos especializados, en operativos coordinados con otros países, puedan resolver el problema. También es necesario aclarar que todas las líneas aéreas han suspendidos. Nos está llamando nuestro corresponsal, directo desde la NASA.

Hola, desde la NASA les habla Hugo Pérez Hortigoza. Los anuncios no son nada alentadores, ya que los expertos no tienen palabras para explicar la formación de estas nubes de datos esparcidas por todo el globo terráqueo.

Pero como mienten estos tipos, si tienen todo controlado, nadie mueve un dedo sin que ellos se enteren. Cambio de emisora y una muchacha del observatorio meteorológico, designada para dar la cara ante las cámaras con un discurso preestablecido y poco creíble, trata de calmar a la población. Mientras desde el piso de transmisión un climatólogo presagia cambios catastróficos, más graves que el efecto invernadero.

Saturado de tanta habladuría. Creo que soy un náufrago, en medio de una tormenta de incomunicación social. Al tiempo de preparar un café pienso si será necesario ir a trabajar. Me visto. Pantalón largo medias zapatillas remera, ¿campera? , la cara del climatólogo se me vino a la cabeza…seguro   y en la mochila un pulóver y un gorro, el celular y el cargador, por las dudas. Salí a la calle. Era imposible caminar sin mirar para arriba cada dos pasos. El caos reinante es una mezcla de  “La Guerra de los mundos” y “Walking dead”. La gente mira la ciudad como de otro planeta y  con sus caras desfiguradas por el fin apocalíptico de sus celulares. Todos sienten que la nube de datos es un presagio de muerte.

Escuchó al pasar por el quiosco de la esquina:

Espero que estos tipos no se les ocurra bombardear la nube, si todos esos archivos se nos caen enciman no contamos más el cuento.

A medida que me acerco a la avenida, más tráfico, más bocinas, más desconcierto. Me entra urgencia de llamarte. Decido ir caminando hasta la casa de tía Olga, ella tiene teléfono fijo.  Nunca le vino bien la tecnología. Eran solo diez cuadras…mejor dicho, mil metros de una carrera de obstáculos.  Al llegar, el volumen de su televisor le impedía escuchar  el timbre que toque durante varios minutos. Tarda en reconocerme por la mirilla de la puerta. Asustada abre y antes de cerrarla mira para todos lados. 

Pero hijo de dios como has venido… están todos locos por esa maldita nube.

Le pido usar su teléfono y pregunto si tiene la guía de abonados. Me alcanza un pequeño libro de no más de treinta páginas, sobrevivientes que estoicos mantienen el servicio. Busco el número de la empresa y al llamar, una serie de contestadoras automáticas me pasan de un sitio a otro de la línea. Desisto con ese tema, total dudo mucho que alguien note mi ausencia en el trabajo. Desde la cocina me pregunta si hable con mis padres.

Tía no puedo hablar con nadie.

La tía me sirve, con la pausa de aquellos que ya no esperan, galletitas con sabor a infancia y café con leche. Te encuentro entre varios con el mismo apellido. Marco el número y me contesta un vos neutra.

El número no corresponde a un abonado en servicio.

Hasta los más conservadores van cayendo.  Pronto la tía Olga y su club de la resistencia serán los únicos comunicados entre ellos.

Vuelvo a la calle con la meta de llegar a tu casa. Ya que me tomé el día, tengo mucho tiempo para cruzar la ciudad. El transporte público está colapsado. Al igual que yo, cada uno va metido en su nimbo de incomunicación. Después de varios tropezones, comprendo que es mejor mirar al frente, que a la nube. De pronto llama mi atención  un tipo que vende paraguas y  a los cuatro vientos grita:

Compre paraguas…compre paraguas…que la lluvia de datos no lo sorprenda…Baratos, baratos los paraguas  protéjase da la lluvia de datos…

Miro para arriba pero nada se había modificado. Es un mar de datos moviéndose a lo largo y ancho de un cielo que ya no se ve. Me causa gracia que a medida que avanzó hacia el centro,  los vendedores se multiplican y los precios aumentan. Algunas son sombrillas forradas con papel metálico, que supuestamente otorga una doble protección. Pero lo que más me sorprende es que la gente los  compra. Yo todavía no puedo digerir lo de la nube de internet y  estos ya están pensando en una lluvia de datos.

Aprovecho que paso por una plaza, me siento en uno de sus bancos. Hay un montón de pájaros en las ramas de los árboles ¿Eso será una buena señal? Es mediodía y agradezco las galletas que a escondidas me puso la anciana en la mochila,  las descubro cuando chequeo el celular que seguía out. Mi atención se va atrás de una mujer que lleva un niño de la mano:

¡Te dije que no miraras! Tenés prohibido ver la nube. Apenas lleguemos  a casa no salís, hasta que se termine esto. ¡Y no se te ocurra mirar! ¿O te tengo que vendar los ojos?  

Un poco más lejos, algunas personas de diferentes edades están acostadas en círculo sobre el pasto. Con los ojos muy abiertos miran fijo la nube y en un estado de trance, con la bocaquiusa, cantan al unísono

mmhhhmm mmmm

Una joven de larga cabellera negra y ropa lánguida,  hace movimiento con la mano para que me acerque. Apuro las galletitas en la boca y me arrimo con la esperanza que me convide con algo líquido, estoy un poco atorado. La chica, lejos de ofrecerme agua o sustancia liquida similar, me invita a sumarme al grupo. Conectarme con el universo, en armonía espiritual con todos los seres del planeta e interplanetarios. Me dejo llevar, más por sus ojos verdes que por sus palabras. Extiendo mi metro ochenta  entre dos sujetos que ni se percatan de mi existencia. Intento hacer lo mismo pero me quedo dormido.

La anarquía continúa, pero el clima sigue igual. Al pasar por negocios entreveo televisores encendidos. El mismo conductor con diferente traje y las repetidas especulaciones. Los mismos extraterrestres…los mismos zombis. En uno de los barrios encuentro a unos niños, de esos que siempre tiene permiso para salir. Me paro y los observo…. ríen, juegan. Con los pies descalzos, llevan las manos alto, por encima de sus cabezas. Tocan las fotos, los videos, los archivos que se deshacen entre sus dedos y les causan cosquillas. Algunas explotan en sus caras como burbujas y… más risas. Estiro mis brazos, pero no siento nada, la nube está muy lejos. Recién allí escucho:

Salta… salta sin zapatos

Brinca…brinca hasta lo alto

Hago caso a su cántico y me saco las zapatillas. Mis pies se sienten extraños. Salto estirando de punta a punta de mi cuerpo hasta tocar la foto de un gato con sombrero y es polvo multicolor que se disipa en el aire. Voy de nuevo y ahora es un feliz cumpleaños para alguien que queda en nada. Juego a ser niño un rato. Con una sonrisa que abarca toda mi piel, sigo el camino para ir a tu encuentro.

Al atardecer, me recibes inquieta en la entrada al edificio. Me saco las zapatillas con cuidado, las tengo  incrustadas en los pies de tanto caminar. Levanto la vista a la nube, estiro mis brazos, bajo un “me gusta”, pompa que se rompe en tu cabeza. Partículas azules se evaporan en una fugaz corona. Te asustas…te sorprendes. Luego agarro un corazón rojo y grande que explota en tu pecho. Nos reímos, perdemos el miedo. Me abrazas. Me besas. Ahora, con los pies en la tierra, tendré que mirar al cielo para darte lo que quiero. Después…después veremos cómo explicamos esto a la NASA.

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