Zeppelin

Necesitaba escapar, dejar todo atrás. Separarme de Laura fue difícil. Ella vivía dura como una piedra, loca. Lo peor era soportarla en abstinencia. Cuando no tenía merca o le faltaba plata para comprar una bolsa se transformaba. Era bravo tener que escuchar cosas como:

“-Sos un pelotudo. No ganas una mierda. ¿No te das cuenta que no nos alcanza la guita?”

Incluso llegó a tirarme un botellazo o a robarme guita. La banqué hasta donde pude porque realmente la amaba y me mataba verla así. Pero un día no soporté más. Junté mi ropa; que entró sin problemas en aquella valija roja que había comprado en la vieja Casa Roma. La encaré decidido y, antes de que ella abriera su boca, le dije que me iba. Y me fui. Me fui lejos, bastante lejos.

Hace ya dos años que estoy acá en Mosconi, dos años que doy clases de Química en la Escuela de Comercio Juan XXIII. Vivo cerca del centro, en la calle Roca al 900. La casa es medio vieja pero tiene un patio grande. A veces me siento a la sombra de algún árbol a corregir exámenes, preparar clases o simplemente a matear. Al principio me sentía un bicho raro, era un porteño canchero. Acá, si no tenés tonito, sos porteño, no importa que la rambla esté a 415 kilómetros del obelisco: para todos yo era porteño. Para colmo, no me gustaba; bah, en realidad tenía poco roce con el folclore, que es la música por excelencia en este suelo rocoso.

Por las tardecitas, cuando terminaba mi jornada, iba a algún bar a leer, a tomar algo y no precisamente agua mineral. Así hasta que el sol desaparecía tras la montaña. Después, ya en casa, cenaba algo y mataba la soledad con la computadora. Facebook , chat , pornografía y deportes eran mis favoritos. Un día me animé.

Bajé el software y empecé a jugar póker online. Me bauticé JimmyPagge23, ese era mi nickname. Había visto algunos programas en la tele y me gustó, así que probé. Al principio jugaba torneos por créditos virtuales, lo hacía como si fueran reales: era la única forma de aprender. Después de un mes de acumular fichas de mentira, comencé a jugar por plata. Averigüé bien con algunos jugadores y compré crédito. El trámite fue simple, como cargar el celular.

Mi vida se dividió entre la tabla periódica de los elementos y armar un full de reyes. Tanto me entusiasmé que olvidé una cita con una profe que trabajaba conmigo; en realidad, fueron dos las veces que dejé plantada a mi colega, culpa de un hermoso par de ases antes del flop. Es que cuando la suerte toca tu puerta, tenés que atender.

Tanto jugar hizo que mis deseos de competir aumentaran. Fue así que este verano, cuando volví a Mar del Plata a visitar familiares y amigos, me inscribí en un torneo que organizaba la página donde jugaba. Era un torneo con más de 250 participantes. De mis conocidos estaban: TREBOL84, CORLEONE, RICOTERO66 y HEARTQUEEN. Entre todos los inscriptos figuraba REHAB-22, que no resultó ser otra que Laura.

La vi a lo lejos: estaba acompañada por un tipo alto, de pelo largo y anteojos oscuros. Había engordado unos kilos y se había cortado el pelo, pero seguía teniendo esa mirada perdida, como si buscara alguna respuesta de quién sabe qué. Me reconoció porque noté que volvió la mirada, pero enseguida la desvió hacia un banner que anunciaba los sensacionales premios del torneo. Después de la separación, solo había vuelto a verla cuando fui con el flete a buscar lo que me quedaba en el departamento.

Al encontrar a Laura, había encontrado una motivación más: ya no era solo sumar experiencia o ganar unos billetes, quería derrotarla, aplastarla, terminar en mejor posición que ella. Al comienzo del torneo, nos tocó en distintas mesas. Es una gran verdad que jugar tras un monitor es bastante menos estresante que hacerlo en la realidad, sumado a la competencia con mi ex.

Después del último rebuy, quedamos en competencia 168 jugadores. Hasta ese momento había ganado un par de buenos pozos, pero, un poco por nervios y otro tanto por inexperiencia, me mostraba bastante cauto a la hora de apostar. Cuando se produjo el primer intervalo, anunciaron una redistribución. ¡Y vaya casualidad! REHAB-22 y JIMMYPAGGE23 coincidían en la mesa 12. A ella le tocó el puesto al lado del dealer, podría decirse que fue otra casualidad.

Transcurrieron un par de manos donde no ligué mucho más que un 4-9 de distinto color. Me tocó la ciega alta a mí y recibí el 9 de corazones y la Q de diamantes. No era gran cosa, pero tampoco para tirarse bajo un tren.

El primer jugador se fue al mazo, el segundo igualó mi apuesta inicial, el tercero se fue, Laura igualó, el quinto y el sexto también se fueron, el jugador que había puesto la ciega baja decidió igualar y yo, para no ser antipático, di lugar a que el dealer tirara el flop. 6 de trébol, J de corazones y 10 de corazones. Dejé pasar. El segundo me imitó, pero Laura subió la apuesta a 35.000. El anterior a mí huyó despavorido.

Mi turno. Volví a mirar las cartas, reconté las fichas, pensé, intenté calmar mi ansiedad y aposté all-in.

El jugador que me seguía arrojó sus cartas en signo de negarse a pagar, Laura o REHAB-22 hizo una mueca de desprecio, la misma que había visto cientos de veces, y aceptó la apuesta. Ella tenía menos fichas que yo así que, en caso de perder la mano, me quedaría un resto.

Dimos vuelta las cartas y ella exhibió sonriente un par de J, lo que la colocó bastante por encima de mí en las posibilidades de alzarse con el pozo. Momento del turn: 3 de trébol. Nada se modificó, estaba condenado. Llegó el river y ¡¡¡vamos carajo!!! ¡¡8 de diamantes!! Mi escalera derrotó a la pierna de J de mi ex. Laura estalló de bronca y me increpó:

  • ¿De dónde sacaste valor?, cagón. Siempre creíste todo lo que te dije, hasta que la tenías grande, gil”-.

Estaba furiosa, desencajada. Solo atiné a decirle:

-Ironías de la vida. Nuevamente un dealer te hace perder todo.

 

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