EL REENCUENTRO

Amanece. El viento agita las cortinas. Es hermoso ver el sol reflejarse en los cristales de la lámpara. Los recuerdos bailan en prismas de colores.

Salgo al balcón, quiero pisar el pasto, descalza, como cuando era niña y corría sin pensar en nada . Liviana, sin la carga de los años. El frío del mármol me estremece y disfruto de la humedad del césped. Se mezclan aromas de hierbas recién cortadas, de resina de pinos y de las algas del lago. Algo me atrae hacia él. Sé que está al final del camino de atrás. No he vuelto a verlo en años. No sé si quiero volver…

Mis pies me llevan, pero la angustia me frena. Ya no siento el fresco del suelo, sino solo las piedras se incrustan en mis pies. El dolor también es placentero. El olor del agua se hace más penetrante y no logro avanzar. Insisto y a la vuelta de un sendero el reflejo del sol me dice que he llegado.

Camino sobre el muelle viejo. Los tablones me reciben con astillas de nostalgias. Los recuerdos se precipitan en esos últimos pasos. «No debería haber vuelto…».

Llego al borde, donde el abismo me atrae. El agua es gris, el sol no logra cambiar su color. Cuando me asomo veo tus ojos; esos que me esperan desde aquel día en que no pude salvarte. Cuando tu manito se escapó de entre mis dedos. Cuando tus sueños se licuaron en el lago y los algodones quedaron esperándote en la cuna.

Este es el reencuentro, el agua será también mi abrigo.

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