Actriz por una noche

-¿Push up ó strapless? –dijo María frente al espejo de su pieza con lo segundo puesto.

-¡Brownies! –exclamó la abuela sonriendo desde la puerta.

Agarró el corte más grande y se lo devoró al instante, la ansiedad le producía hambre.

-¿Vos qué opinas? –preguntó su nieta vacilando.

-¡Cualquiera! Con lo que te va a durar, niña mía. –le contesto la abuela Pocha.

Desconcertada por la respuesta, la miro fijamente mientras ella agarraba otro trozo de chocolate, inundando de olor a cacao en toda la pieza amarilla y cada uno de sus recovecos. Dejándose vencer por las ansias, María tomó otro.

-Estoy nerviosa, conocí a un chico hace poco se llama Vicente, y hoy vamos a salir. Es la primera vez que salgo con alguien desde. –Un nudo se instaló en su garganta-. Fede. –concluyó suspirando.

-Más ánimo mija que nadie se a muerto, hay que salir y bailar. –dijo Pocha, meneando la cadera de forma robótica, algo oxidada pero con actitud.

Las dos comenzaron a reír, a reír, y a reír sin parar. El cuarto giraba en torno a ellas o ellas giraban en torno a al cuarto, la diferencia se volvía nula.

-¿Que le pusiste al brownie? –preguntó, risueña, la nieta.

-Secretos de la abuela.- contesto Pocha, con un guiñito cómplice.

En medio de las carcajadas, afuera de la casa, Vicente tocaba el timbre por tercera vez.

María comenzó a vestirse cuando su abuela fue a atender. Su nieta le había dejado muy en claro una cosa, nada de chocolates para el.

-Sos tan conservadora. –le reprocho Pocha antes de atender.

Bajo las escaleras contenta, casi saltando hasta la puerta y la abrió. Rubio, ojos claros y de traje. Hacía que a Pocha le latiera el corazón con fuerza, casi treinta veces por minuto, como si recién estrenara el segundo de los cuatro by pass que llevaba en su historial. Lo hizo pasar a la sala mientras lo seguía cautivada, lo sentó en el sofá, y lo único que pudo decir en ese momento fue:

-¿Brownies?

 

 

El vestido fucsia hacía perfecto contraste con la habitación, se miró al espejo. María se encontraba relajada, desinhibida, alegre, la magia del cannabis una vez más hacía maravillas. Pero algo no andaba bien, volvió a mirar fijo al espejo, esta vez por encima del hombro, directo a la ventana, había alguien y trataba de entrar. Aterrada comenzó a correr hacia la puerta, pero paró al escuchar la voz de aquel, sonaba muy familiar. Desconfiada dio media vuelta para confirmarlo, la ventana estaba abierta, era su ex, Federico.

 

 

Medía casi dos metros el sofá en el que se encontraba esperando Vicente mientras comía los pedazos que quedaban, y al lado, casi pegada a el, como si no hubiese espacio suficiente, estaba la abuela Pocha que no paraba de mirarlo, como adolescente con su platónico.

-¿Te gusta el futbol? –preguntó Pocha.

El negó con la cabeza.

-Igual, vamos a ver futbol. –dijo la abuela con sutileza.

Al cabo de minutos, se encontraban los dos gritándole al árbitro.

-¡Era penal garca!¡Ojala te lo dejen como una margarita!- gritó la abuela con furia mientras volaba su dentadura al suelo.

Enojada cambio de canal, dejándolo en la película El Titanic, mientras el joven buscaba la dentadura y acto seguido la ayudaba a colocársela en la boca, después de un rato se quedaron mirando. El cannabis estaba haciendo estragos.

 

 

De su voz salía solo “No”, aunque ganas de que le sacase el vestido no faltaban.

Federico la buscaba con la mirada pero María, se negaba.

-Estoy con alguien más. –dijo casi tartamudeando.

-¿Lo amás? –pregunto el.

El silencio se convirtió en respuesta.

El la abrazó y ella, en una batalla interna entre lo que está bien y lo que está mal, se dejó llevar devolviéndole el abrazo. Apago la luz quedando a oscuras recordando lo que tiempo atrás las amigas de su abuela le habían enseñado, “ojos que no ven corazón que no siente”.

 

 

-¿Le han dicho que se parece a Rose del Titanic? –preguntó el joven.

-La verdad que mucho, aunque no me veo parecida a Kate Winslet (Rose Dowson joven).

-Me refería a la viejita. – dijo Vicente.

Ella comenzó a reír.

-Sos tan gracioso. –contesto mientras ponía su mano en la pierna de el-.- ¿Vos sabés que siempre quise ser actriz, mi Jack?

-Y que te lo impide, Rose. –contesto el.

-Es cierto, revivamos la escena del coche del Titanic. –respondió Pocha, tomándole de la mano llevándolo por el pasillo.

-¿A dónde vamos, Rose?

Y con una mirada pícara, antes de que se encerraran en el armario le contestó susurrando al oído:

-A ver las estrellas.

 

 

Extasiada María, abre sus ojos, sentía el placer recorrer por todo su cuerpo, extrañaba a aquel hombre que, que, que no estaba. Mira a su costado, nada, a su otro costado, tampoco nada. La ventana estaba cerrada, y con el seguro puesto. ¿Cómo podía un sueño volverse tan real, como podía una persona que vivía en Londres, viajar para visitarla una noche e irse? Era imposible si la respuesta no llevara la palabra marihuana. Suspiró desanimada, miró el reloj, hacía una hora que había dejado a Vicente esperando abajo. Volvió a ponerse el vestido rápido, se peinó, y bajó. Su abuela fumaba recostada en el sofá, y Vicente se estaba acomodando el saco algo desalineado. Se disculpo con él, y salieron los dos hacia afuera como si no hubiese pasado nada, mientras desde la ventana, Pocha gritaba.

Come back cuando quieras Jack!

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