Solas

«¡Triana! ¡Triana!». El llamado me despertó. Miro a mi alrededor, pero no veo a nadie. Observo el móvil, pero no hay mensajes ni llamadas perdidas. Tengo un intenso dolor de cabeza. No estoy pasando un buen momento, me siento sola y triste. Sigo arrebujada en la cama y dormito un rato más. Finalmente, me levanto. Me encerré en «la caja» —como llamo a este departamento— por varios días y, por lo tanto, estoy escasa de alimentos. Reviso las alacenas y encuentro café y leche, y también un paquete de galletitas, pero están húmedas. Bueno, por lo menos podré tomar algo caliente.

Mientras bebo miro por la ventanilla ovalada hacia la calle. Solo nieve, hielo, “la ciudad blanca”, como la llaman, apenas alumbrada por una tenue luz de atardecer. Después de la explosión del sol, quedaron otros, pequeños, que son los que dan esa luz rosada que apenas alumbra el planeta, aportando también escasísimo calor.

Sin apuro me alisto para ir a los grandes almacenes Abosch. Abro el placar, tiro varias prendas sobre la cama y elijo unas botas negras muy abrigadas, un jersey de lana de cuello alto, pantalones de gamuza y un tapado de piel.

Mis pasos resuenan en las calles vacías. Hay muy pocas personas, todas con las cabezas cubiertas y caminando rápido, seguramente buscando el calor de los hogares. 

¡Abosch resplandece con sus luces y tentaciones! Me muevo entre la gente, que compra, habla a los gritos, corre a los niños que se les escapan; hay bullicio y alegría. Observo todo con envidia y siento que me estalla de congoja el corazón.

Me dirijo al sector de los comestibles y compro lo que necesito. Saco una de las tarjetas y pago.

Paseo por otras secciones, compro un perfume y un lápiz labial. Me pruebo un gorro de piel de zorro blanco con reflejos azules. Me gusta la imagen que el espejo me devuelve. Me lo llevo.

Me entretengo en el bar. Media hora después me envuelvo nuevamente en mi abrigo y salgo a la intemperie.

Temblando, sigo hasta la casa de Alisha. Es mi amiga, la única. Han pasado algunos meses sin vernos, y si bien nos comunicamos con frecuencia, deseo estar con ella, tocarla, sentir su presencia. En los últimos días, su móvil ha permanecido apagado. Eso me preocupa.

Alisha vive a pocas cuadras de los almacenes, así que llego a su departamento en minutos. Toco la campanilla y espero mientras miro el visor para que me identifique. Se demora, abre la puerta con lentitud y me encuentro con una desconocida. Una bata raída y manchada cubre apenas su cuerpo. El pelo es un remolino de largo tiempo, y la mirada, su siempre serena mirada, está totalmente perdida. Por unos segundos quedamos observándonos.

            Lentamente se corre un poco y permite que entre. Sin pronunciar palabra nos sentamos una frente a la otra. Permanezco callada todo el tiempo que puedo y, susurrando, pregunto:

—¿Qué pasa, Alisha? —Hace una mueca, baja la cabeza y deja que las lágrimas rueden libremente.

—No quiero vivir más así —contesta despacito.

            La abrazo con cariño y espero. Las lágrimas se transforman en un sollozo largo y angustiado.

—¿Para qué vivir, Triana? Estamos siempre solas, no hemos podido sostener una relación amorosa por más de tres meses. ¿No ves que, como mutantes, aunque los humanos nos toleren, nos rehúyen? Y los nuestros se entretienen rivalizando con sus poderes en un permanente torneo.

Tiene razón. Cuánto me cuesta reconocerlo. La crueldad y la indiferencia se nos ofrecen a cada momento, pero el amor se nos escapa, solo son relaciones de un momento que nos dejan vacías y molestas.

-Pensá Triana en nuestro trabajo en el Cuerpo de Seguridad. Sabés que ahí nadie quiere estar porque somos los primeros en exponernos, en cualquier disturbio. Y, aunque no puedan lastimarnos, nosotras sí lo hacemos…despreciamos, herimos y matamos. ¿Es esto vivir? Combatimos o nos encerramos en estas cajas.

Más silencio. No tengo respuestas.

Continúa Alisha:

—Escuché rumores. Vamos a tener que ir más allá del murallón donde los marginales se están sublevando a causa del hambre y las enfermedades. La llaman “etapa final”. No van los humanos, vamos nosotros, y son ellos los que los llevaron en sus vehículos blindados, sin importarles los niños ni los enfermos. ¿Te acordás cuántos cadáveres tiraron como simples bultos? Y los que sobrevivieron, quedaron solos en la nieve y la oscuridad.

La interrumpo:

—Sabés que nuestra muerte depende del gobierno. Tenemos que ir al Laberinto y pedirles que nos coloquen “la inyección”. No tenemos otra forma de morir.

Nuevamente, el silencio y la desesperanza nos cubren, nos ahogan.

—Esto ya lo hemos hablado muchas veces, y sabemos cómo es nuestro presente y cómo puede ser nuestro futuro. Lo aceptamos o marchamos juntas a ese maldito lugar. Y agrego:

-El gobierno, como bien dijiste, aún nos necesita. Por ahora tenemos que descartar esa idea. Mirá, te voy a preparar un té rosado, y una vez que te repongas saldremos. Si nos quedamos aquí, se nos van a terminar las fuerzas para continuar con esta vida.

Me dirijo hacia la cocina y preparo la infusión; también agrego una taza para mí.  Lo bebemos lentamente, suspendidas en nuestros pensamientos.

Nos dormimos. Cuando despertamos, la tarde ha avanzado. Sin embargo, no soy de las personas que se dejan estar. Hago levantar a Alisha y le propongo ir a un bar muy conocido que está en pleno centro.

Miramos la ropa y elegimos lo que nos pondremos para deslumbrar, aunque no sabemos bien a quién. Mientras nos cambiamos, comenzamos a observarnos con atención, y luego, con curiosidad. Ambas tenemos un cuerpo bien formado, con delicadas líneas y con apetitos no satisfechos.

 Un sentimiento inesperado pero agradable se va apoderando de mí. Miro detenidamente a Alisha y me regocijo con lo que veo. Comienzo a experimentar en todo el cuerpo una rápida mutación. Me convierto en un hombre hambriento ante una mujer hermosa. Me siento como hombre, actúo como hombre, soy un hombre.

Alisha observa el cambio y comienza a hacer movimientos seductores o, mas bien, provocadores. Mi corazón late fuerte y un calor de fuego me invade. Ella sale de sus sombras y se muestra tal cual es, una bellísima mujer.

Nos vamos acercando lentamente. Estos nuevos sentimientos nos desbordan. Siempre, en el inconsciente, sabíamos que esto, más temprano que tarde, iba a suceder. Nada nos asombra. Solo queremos gozarnos mutuamente y esconder en el sexo toda la frustración y el dolor que este ser mutantes nos ocasiona; mutantes del cuerpo, de nuestros sentimientos, de los placeres y de la consciencia.

8 Respuestas

  1. Gracias Miguel, aprecio mucho tu comentario. Saludos

  2. Miguel Cabanne dice:

    Tu escritura es muy seductora y uno se deja seducir con satisfacción.

  3. Guillermo dice:

    Bella manera de contar, me agrada el modo de trasmitir cierto vacío existencial y su resolución en el placer.

    • Gracias Guillermo, me encanta este intercambio de opiniones, para el que escribe es de gran ayuda porque puede ver cómo cada lector hace su interpretación, cómo le llega, que le produce. Nuevamente muchas gracias por el tiempo que te tomaste.

  4. Hola Perla, tu comentario fue el primero, muchas gracias. Muy importante que te haya atrapado, porque creo que eso es lo que buscamos con respecto al lector. Tocarlo, provocar algo, revolver su interior. La indiferencia es tremendo.

  5. Melisa Alexandra dice:

    Un delirio muy intenso y seductor. Gracias por escribir una historia tan tierna.

  6. perla dice:

    Buenísimo, me encanto.Leer este fragmento me atrapo en dos minutos. .

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Contenido exclusivo para quienes pertenecen a nuestros talleres.