Cosmogonía xeneiza

El Braiant soñaba con ser jugador de fútbol, como todos los chicos. Quería ser como “el Diego”, y vestir la camiseta eran azul y oro. Él soñaba con ser jugador del Club Atlético Boca Juniors, un auténtico “bostero xeneize”.

Todas las semanas se juntaba con otros fanáticos que se decían de la “Iglesia maradoniana”. Ahí analizaban las jugadas del Diego. Hacían jueguitos y gambetas imitando al ídolo y hasta planeaban tatuárselo en el pecho… ¡cuándo tuvieran más pecho! Porque ahora con diez años era poco el lugar para una pasión tan grande.

El Braiant había visto el famoso gol contra los ingleses millones de veces. Lo repetía más que yogur de ajo. En el potrero ponía seis ladrillos en el lugar de los jugadores Hoddle, Reid, Sansom, Butcher, Fenwick y del arquero Shilton. Luego reproducía las gambetas del Diego hasta meter el gol. Mientras relataba la jugada y al final gritaba como  lo había hecho el locutor: ¡Golaaazooo! ¡Diegoooool Maradona, en recorrida memorable, en la jugada de todos los tiempos… Barrilete cósmico… ¿De qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés? para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina…

Así transcurría su vida, entre el potrero, los pibes del barrio y la escuela. Como la de todos los chicos: soñando un futuro de grandeza, jugando a la pelota y aprendiendo en la escuela.

 El profesor de Educación Física lo alentaba a cumplir su sueño, siempre le decía:

 -¿Y Braiant? ¿Cuándo vamos a probarnos al club?-  A pesar de que, muchas veces, le alababa el talento con el que manejaba la pelota de fútbol, el pibe pensaba que se lo decía porque sí nomás. No sabía que hablaba en serio, hasta que un día le pidió el cuaderno de comunicados y la citó a la Elvira.

La Elvira, era toda su familia.  Era una pibita de veintipocos, pero estaba muy avejentada. El Braiant había llegado a sus brazos cuando era bebé. ¡Triste la historia de la Elvira! Le habían matado a su hijito en una “racia” policial. En ese entonces vivía en la Villa 31. Allí es cosa de todos los días ¿Vió?. Entra la yuta y dispara para todos lados, no miran si hay niños, si hay gente inocente, no miran nada.  Y en una de esas, una bala le dio al angelito. La Elvira lloró más que Magdalena con conjuntivitis. Por esos días en la Villa 31 estaba el cura Bergoglio, ese que ahora es papa. Y un tiempito después de la dolorosa pérdida, le trajo al Braiant. Suavecito como es, con ese susurro de almíbar que tiene, el curita le dijo al oído:

-Mire m’ hijita,  a este bebé lo dejaron solito en la puerta de la parroquia. Necesita una madrecita que lo cuide. Dios se lo ha puesto en su camino.- La Elvira acunó al niño y se le piantó un lagrimón, pero no de pena, sino de amor. ¡Hacía tanto que no lloraba de amor la pobre piba! Dejó el dolor en la Villa 31 y se mudó a la Boca al ladito de mi casa. ¡Y bué! así nomás caricia a caricia, cariño a cariño se hicieron familia.

Desde que llegaron al barrio a mí me cayeron tan, pero tan bien que cada vez que necesitaban algo salía corriendo a darles una mano. Uno ya sabe por viejo quién es buena gente y quién no. Era tan, pero tan buena la Elvira, que hasta Jesús le rezaba.  De su mano el Braiant había conocido la bombonera, había ido a todos los clásicos Boca-River y habían gritado juntos cientos de goles. ¡Ah! Me olvidaba contarles que ella le

había inculcado la pasión por el Diego. Cuando todos los pibes miraban a Messi, ella le había regalado la película con los goles de Maradona.

– Braiant vos miralo y seguilo a este que es todo de verdad. Al otro, al petiso,  lo han hecho con medicina y vaya a saber qué cosas le metieron en la sangre que cuando juega en nuestra selección se deprime.

Lo cierto es que cuando a la Elvira fue a la escuela y habló con el profesor. 

– Mire señora el pibe juega bien. Tengo algunos contactos en Boca, puedo hacer que lo prueben. Sin garantías, no crea que yo decido. Pero creo que el Braiant tiene chances.

– ¿A usted le parece profesor? Mire que se va a ilusionar y después…

– Por eso le aclaro señora, yo sólo puedo hacer que lo prueben, el resto depende del talento y de la suerte del Braiant. Y una cosita más… Todo favor se paga… usted me entiende ¿no?

– Yo no tengo plata, nosotros somos solitos los dos y yo apenas gano para comer ¿con qué le voy a pagar?- preguntó la Elvira, conociendo la respuesta.

El hijo de puta le clavó la mirada en las tetas y guiñó el ojo como si fuera un ganador. La Elvira le contestó con impávido silencio y la tensión lo invadió todo.

-Entendeme nena, unos cariñitos a este – y se miró ahí abajo el muy sucio.

La Elvira, que era buena pero no boluda, rápida le mintió:

-Bueno, pero ahora no, ahora no puedo estoy con la regla.

Acordaron entonces un encuentro en el vestuario de un club en el que el profe trabajaba los fines de semana.

¿Ustedes creen que es nuevo? ¡No! Estos hijos de puta siempre se aprovechan de las minas y si son pobres… ¡Más se aprovechan! Yo quería agarrarlo y cagarlo a trompadas, pero ella no me dejó. Tenía miedo que se perdiera la oportunidad del Braiant. ¡ Pero menos mal que existen los teléfonos celulares que registran todo!

La Elvira fue a la cita y entró al vestuario. LLevaba el celular prendido entre la ropa. Así pudo grabar todo lo que ocurrió. Se imaginan ¿no? ¡Qué bronca me da! La Elvira, que de sonsa no tenía nada, lo hacía hablar:

– ¡Ah mirá! Con razón las madres comentan…

-¿Sí? ¿Marisa te dijo? ¿O la madre del Jonathan? ¡Es que soy lo más!

Sí pensaba la Elvira ¡lo más hijo de puta que hay! Por suerte todo quedó grabado.

Luego la chica exigió lo suyo. Quedaron para el domingo en la Bombonera. Estaban más emocionados que Dios después de crear el mundo.

Se encontraron con el hijo de puta del profe. El tipo parecía conocerlos a todos. Hasta que apareció uno con zapatos y pantalones oscuros. Y ahí nomás le dijo:

– ¿Cómo le va Angelici? Acá le traje al pibe del que le hablé, ¿quiere verlo jugar?

– Mmm… Flaquito el pibe. Que antes pase por el médico.

La Elvira se puso tensa y elevando el tono de voz dijo:

– ¡El chico es muy sano! Siempre fue menudito, pero no se enferma nunca.- Todos nos dábamos cuenta… El Braiant estaba más flaquito que piojo de peluca.

-No me malinterprete señora, todos los chicos tienen que hacer el apto físico antes de entrar a la cancha, es por el bien de ellos. Quédese tranquila.

-Lo que pasa es que el Braiant está tan ilusionado. ¡Es un apasionado de Boca! ¡Y con todo lo que me tuve que poner para llegar hasta acá!- Ni lerda, ni perezosa la Elvira hizo un gesto hacia el profesor.

– ¿Cómo señora?- Angelicci miró al profe y este puso cara de “yo no fui”-  Venga a mi oficina, vamos a hablar.

Firme y serio, el presidente del club guió los pasos de la Elvira hasta su despacho, le abrió la puerta y la invitó cordialmente a sentarse. Todo un caballero.

Allí la Elvira le contó todo. LLena de vergüenza, le hizo escuchar parte de la grabación… La pobre chica, encima se justificaba:

– Yo no soy de esas, pero por el chico hago lo que sea. ¿Usted no haría cualquier cosa por sus hijos?

– ¡Pero por supuesto señora! Usted no tiene de qué avergonzarse. Déjelo en mis manos. Bájeme esa grabación, seguro que va a servir de prueba Y no se preocupe por el pibe, vamos a ver qué dice el médico del club.

Cuando salió de la oficina sentía confianza en sí misma y en el presidente del club. Ahora debían pasar el apto físico. Eso era más difícil. Sabía que el chico no daba, no hacía falta una balanza para ver el hambre. ¡Si estaba más finito que cagada de lombiz!

El médico del club confirmó lo que saltaba a la vista, el Braiant tenía bajo peso, así no podía jugar.

-Pero no se preocupe señora, le vamos a dar unas vitaminas. Debe tomarlas por treinta días. Además siga este plan nutricional va a ver cómo se pone fuerte. En un mes vienen a verme nuevamente.

Y ahí partieron los dos, desandando el sueño azul y oro de jugar en Boca Juniors. El Braiant no quería llorar, pero estaba tan triste… La Elvira lo abrazó, lo acunó como cuando era bebé y le habilitó el llanto:

– ¡Llore m´hijo! Largue todo el dolor, si se lo queda en el pecho va a ser para peor ¿Y cómo se lo va a tatuar el Diego en esa pena? ¡Lárguela todita de una vez!

El Braiant lloró y lloró hasta quedar más seco que inyección de pan rallado. 

A la mañana siguiente, en ayunas comenzó a tomar las vitaminas. La Elvira se las preparaba con leche para que fueran más nutritivos. El Braiant tomaba hasta donde podía y lo que quedaba en la taza, lo terminaba la Elvira. Hasta ahí todo bien, pero el plan nutricional era imposible de llevar adelante. La verdad es que con lo que ganaba la pobre piba no les alcanzaba para comprar carne todos los días.

Pasaron un par de semana y no había grandes mejoras. La balanza parecía clavada, no aumentaba ni un gramo. Entonces la Elvira se fue a verlo a Bergoglio, al cura que hoy es papa. Le contó todo todo y le pidió ayuda. Ahí nomás, en la misa el padrecito lo puso al Braiant de monaguillo y les habló a los cristianos del barrio de la Boca.

– Queridos hermanos, Dios, nuestro Señor, nos llama nuevamente a abrir las puertas de nuestro corazón. Este niño que hoy me acompaña en el altar, puede ser un gran jugador de fútbol. Como cristianos caritativos  vamos a colaborar con él para que se fortalezca y pueda cumplir sus sueños. Es palabra de Dios.

Los vecinos no sólo alabaron al Señor, sino que aportaron los suyo. La Noelia le trajo miel de Cruz del Eje, la Tania le dio las latas de leche maternizada que su beba no consumía, yo le traía lo que sobraba en la cocina del restaurant en el que laburaba… y entre todos los vecinos engordamos al pibe como pavo en navidad.  El Braiant se comía todo lo que podía y lo que sobraba lo terminaba la Elvira.

Al mes los dos se sentían con fuerzas y el cambio se notaba tanto que eran el comentario del barrio: “¿Viste qué pulenta ‘ta el Braian? ¿Y la Elvira? ‘Ta más fuerte que eruto de mortadela.”

Pulentas y fuertes volvieron al Club de sus amores. Yo los llevé en mi viejo autito y me quedé esperando afuera ¡no los iba a dejar ir sólo!

El doctor se sorprendió  gratamente, le tomó el pulso, le auscultó el corazón y ordenó:

-¡Vamos a la cancha  muchacho! Ahora sí veremos qué podés hacer con la pelota.

El Braiant entró a la cancha. No lo podía creer, la emoción le invadía el pecho, sentía los latidos bosteros de su corazón. Un magma xeneize bullía fervoroso en sus venas. Estaba adentro, pisaba el césped de la Bombonera… igual que el Diego… Miraba las tribunas, desde las que tantas veces había alentado al equipo como un hincha más. Ahora estaba en el campo de juego, él era protagonista. Como dice el tango ¿vio?  “De chiquilín te miraba de afuera , como a esas cosas que nunca se alcanzan”… Con toda esa carga emotiva comenzó a jugar bajo la mirada atenta de entrenadores y directores técnicos. Corría, gambeteaba, cabeceaba, pateaba. La felicidad potenciaba todas sus habilidades.

La Elvira también lo miraba. Sabía que el chico se jugaba la vida. Caminaba de un lado al otro más nerviosa que monja con atraso. 

Su andar no pasó inadvertido. Al lado entrenaba el equipo de fútbol femenino. Las chicas tenían el alma más boquense que La Raulito. La entrenadora le hizo una señal para que se acercara y allá fue la Elvira.

– ¿Querés patear un rato con las chicas…

-Elvira, me llamo Elvira.

-Elvira ¿a vos te gusta el fútbol?

-¡Me encanta! ¿No lo ves al Braiant? Es así boquense y futbolero porque yo lo hice así.

-¡Qué bien! Bueno, ¿te animás entonces? ¿hacemos un picadito? Te consigo algo de ropa- La entrenadora se metió en la zona de los vestuarios y al ratito volvió con un par de botines, una remera azul y oro y un pantalón corto-  Pasá a ese vestuario y cuando estés lista entre a jugar nomás.

La Elvira se cambió y cuando el espejo la reflejó vestida de jugadora de fútbol del club de sus amores, se puso más contenta que perro con dos colas. Entró a la cancha y sacó chispas. Gambeteó, corrió tras la pelota, cabeceó y hasta metió un par de goles. La entrenadora salió, regresó con Angelicci y le señaló a La Elvira.

Cuando el presidente del club la vio se sorprendió gratamente.

-¡Que gusto verla señora! Pero… ¿Y el pibe? ¿el flaquito?

– Lo están probando.- dijo la entrenadora mientras señalaba la cancha del lado.

– ¿Y usted también juega al fútbol?- Preguntó Angelicci a la Elvira.

– A mí siempre me gustó, pero yo no sé nada. Me invitaron a patear un rato nomás.

– Lo hacés bien Elvira ¿Tendrías tiempo para entrenar?

La Elvira estaba más desorientada que brújula adentro de lavarropas.  No sabía si era un sueño, si estaba entendiendo mal o si todos se habían vuelto locos.

-Cuando termines, por favor vení a mi oficina. Quiero hablar con vos Elvira.

La Elvira no terminó el juego, se cambió y rápido se fue atrás del presidente del club.

Lejos de todo lo que podría haber imaginado,  Angelicci le ofreció jugar en el equipo femenino de Boca. Debía entrenar todos los días por una suma de dinero que para la Elvira era una millonada de plata. Ella sólo le pidió que no lo dejara afuera al Braiant.

Cando salieron del Club los dos estaban más felices que manifestación de payasos. Yo los esperaba ansioso y fuimos a comer una pizza para festejar.

El Braiant jugó algunas temporadas en las inferiores, pero nunca se destacó demasiado. El chico se hacía querer, pero como jugador era mediocre. Con el tiempo le consiguieron un trabajo en el club y ahí quedó.

La que descolló fue la Elvira. En la primera temporada se convirtió en capitana y goleadora del equipo. Y en la segunda era la estrella del fútbol femenino mundial. Su fama llegó hasta a los oídos del Diego. El ídolo ¡No  podía creer lo bien que jugaba! Se sacaron una foto los tres juntos: el Diego, el Braiant y la Elvira. Luego le propuso jugar en Europa, le dijo que él la iba a ubicar en un buen club y que… Pero ella, sin dudarlo dijo que no se va ningún lado, que su alma es xeneize. Tampoco se fue de la Boca.

Y a mí… ¿cómo decirlo? Me adoptaron. Soy como el abuelo del Braiant. Los llevo a los entrenamientos, los cuido, y, de vez en cuando, le paro el carro al contador que siempre se quiere quedar con más guita ¡ni que fuera él el que se pela el culo entrenando!

¡Ahh!… ¿Y se acuerdan del hijo de puta del profesor? Resulta que Angelicci lo había denunciado. No pudo ejercer más. Pero ahí no quedó la cosa… ¡Por favor no se lo vayan a contar a la Elvira! ¡Si se entera me mata! Les hablé de este tipo a los de la barra brava… Lo cierto, es que le dieron una buena biaba y no se lo vio nunca más por la Boca.

Se ve que el Braiant quedó marcado por el hambre, porque en cuanto tuvieron unos pesos el pibe abrió un comedor para los niños que quieren ser deportistas.  Con vitaminas y plan nutricional, todo completo. Lo habilitaron en la misma casita que les había conseguido el cura, al lado de la mía. En la pared de entrada está colgada la foto con el Diego. A ese comedor todos le ponemos el pecho ¡qué mejor que trabajar por los chicos! ¡Si son el futuro del equipo! ¡Si llevan la cosmogonía xeneize en las venas! Si sueñan con el Diego, con la camiseta azul y oro, con la bombonera… ¿Y cómo van a hacer realidad sus sueños si tienen  hambre?

2 Respuestas

  1. Cecilia dice:

    Gracias Gisela!! Me alegro que te haya gustado, yo no soy tan futbolera, pero es un mundo tan masculino que me parecía ideal para dar vuelta el juego y poner a las mujeres en el centro. Junto con las infancias que siempre sueñan!!

  2. Gisela Boriglio dice:

    Me hizo emocionar, debo confesar que hasta las lágrimas. Vi conjugadas en un mismo cuento, dos de las cosas que más me gustan: literatura y fútbol. Mucho más me gustó, ver que el autor es una mujer. ¡ME ENCANTO!.

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