Lola-Lola: la mujer espejada

Cuando se sentó en la penúltima butaca y miró el escenario eyaculador de voluptuosidades, su imaginación decidió el curso de las cosas.
Sus zapatos trashumantes la llevaron hasta allí, pero incompleta. Sólo estaba lo que de ella venía quedando, luego de haber errado por todos lados buscando glorias antiguas. Imploraba que aunque más no sea la memoria de las tablas vetustas de su cabaret de juventud, no la hubiesen olvidado.
El Ángel Azul tenía la puerta desvencijada, sostenida apenas por una madera atravesada que se aferraba a los marcos podridos con la desesperación de sus garras de clavos.
Logró entrar. La luz rayaba el aire, penetrando a través de las heridas que el cuchillo del tiempo le había asestado al cielorraso. Las cortinas lloronas del foyer se consolaron con su presencia y aclamaron su irrupción a la sala.
De pronto, ella estaba en el escenario, sentada al revés en una silla, con los codos apoyados en el respaldo y ofreciendo su sexo a los alumnos del liceo y a muchos hombres más. Algunos, sentados sobre la escalera carnal que enmarcaba el lado izquierdo del escenario, pasaban sus cabezas por entre los barrotes de la baranda exponiendo sus caras cuasi orgásmicas.
El aire enranciado de aquello, la asfixiaba. Y Lola-Lola ya no vio más a sus varones devorados. Sólo su espejo asistía a la función. Sentada en la penúltima butaca.
Lola-Lola, en el escenario otra vez. Despojada de sus fláccidas carnes envejecidas y envuelta en ese vestido perverso que marcaba sus curvas endiabladas de juventud. Los sones de la orquesta fantasmal, marcaban el ritmo. Y todo volvía a ser, de a ratos, como era entonces.
Su pasado la atraía. Los ecos de los aplausos y los gritos la mantenían ahí. Ella no vivía para ser anónima.
El tiempo siguió pasando como una película, hasta que un día, la atmosfera del Ángel Azul brilló como jamás había brillado. Es que las paredes y el techo se rendían impotentes a los mazazos de la demolición, dando paso a la luz que otrora le era esquiva.
Entre el polvillo blanco que sublimaba hasta el cielo en busca del lugar de los ángeles, apareció el cadáver. tituló el diario, en la portada que hacía rato la había dejado. Chiquito y a un costado, decía: .

7 Respuestas

  1. Rosalía dice:

    Descarnada y cruda realidad la de la decadencia de una estrella que el paso del tiempo va acabando con ella implacablemente

  2. elva dice:

    mu bueno y cerradito. La idea de la imposibilidad de la decadencia reflejada con certeza. e gusto

  3. carlos dice:

    Buena historia.

  4. Cecilia Mirolo dice:

    gracias por los comentarios!!

  5. Jorge Lavezzari dice:

    Excelente y descarnado retrato de aquella que fué y ya no lo es más. Decadencia póstuma y fatal.

  6. ¡¡Excelente narradora de una historia que sólo pudo permanecer en el deseo de rogarle para que volviese!!

  7. Leer esta historia es recorrer junto a la protagonista el duro camino de la decadencia deseando permanecer en la memoria de aquellos con los que el diálogo orgásmico había sido cotidiano y placentero pero para recuperar el brillo de ese tiempo lejano fue necesario buscar la luz destruyendo el desvencijado escenario del pasado que dejó al descubierto un cielo hasta el cual pudo llegar atragantada con el sabor agridulce de la muerte…

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