Hoy no sé de qué escribir

Paraguay y Uruguay juegan la final.

Plin plin plin… El cursor me llama y yo quiero ver el partido.

Plin… Podría hablar de la vacuidad de la sombra, definirla como un ser que no fue y que vaga, atormentado y atormentador, por los pasillos estrechos del infinito, esperando el veredicto que lo condene a la existencia o lo redima en desaparición. También de la velocidad clandestina del alma cuando se cruza con el dilema de la carne, con el subterfugio de la consciencia, con el aquelarre de la vida.

Plin… Miro a lo lejos, la pared unos pasos más allá. La trepo. Me imagino con cuerdas  y uñas clavadas en rendijas, sobrepasando nubes. Me persiguen, ¿o persigo? Da lo mismo. Me detengo al llegar a lo alto del castillo. Dos ejércitos están a distancia de lanza, los generales los recorren de lado a lado, a punto de bajar la espada. Pero da lo mismo y en el acto se convierten en hierba y parque.

Plin… Una flota de camiones se detiene. Un tercer ejército, de operarios vestidos de azul, descarga y monta parlantes, escenarios, luces, pistas. Horas más tarde vendrá gente vestida de flúo, de plateado, con cosas que se prenden y se apagan. El DJ estará en lo alto, como un sacerdote que, repetitivo y redundante, sostendrá con su mano  izquierda el auricular left sobre su oreja izquierda y, con la derecha arengará a los fieles… a todos menos a dos que, amparados por la multitud, se intercambiarán mochilas: en una, la paga descomunal; en otra, el pergamino que podría cambiar la historia de la Humanidad.

PlinClac clac clac… Tacos altos sobre baldosas mojadas. Giran en una esquina pero no resbalan: una fuerza sobrenatural los hace levantar vuelo, rescatándolos de una humanidad que desangra su reflejo en pupilas más negras que ese único testigo quien, vestido de estrellas, se jurará silencio una vez más.

Plin… Alguien ama a alguien que se casó con otro alguien y ahora riega su arrepentimiento con lágrimas en playas soñadas y vodka del mejor. El primer alguien ahora es alguien. Creyó que así conquistaría a su alguien, pero los años le confirman que debiera haber seguido siendo ese nadie rechazado, pero feliz. El último alguien hace de cuenta que no ve. Le ha tocado ser el patán de la historia y no lucha contra la tiranía de su creador, de hecho le agradece la capacidad de la que ha sido dotado: disfrutar como marrano del fango ajeno.

Plin plin plin… Su intermitencia me aturde.

Uruguay salió campeón y yo recuerdo lo malo que era jugando al fútbol, cambiando más temprano que tarde las tardes de pelota por siestas de Rasti y tomos de “El tesoro de la juventud”.

Plinnnnn… El cursor me retumba en los ojos. Su método de tortura me doblega finalmente y me obliga a confesar que hoy no sé de qué escribir.

Germán Maretto

Creo en lo que creo

5 Respuestas

  1. Nos pasa, eso de no saber de que escribir. Pero no es así, la mente divaga, sigue las sombras, sube las paredes, participa de los eventos más extraño. Me encantó. Felicitaciones. Ojalá algún día pueda expresarme así. Gracias por compartir.

  2. Gustavoarias dice:

    Muy bueno Germán!! Qué fluidez!!

    • Anónimo dice:

      ¡Justo estaba por revisar qué pasaba con la página! Me alegra mucho que te haya gustado. ¡Más viniendo de vos, que la fluidez te sale natural natural!

  3. Elsa Ribbert dice:

    Muy bueno!!! Menos mal que no sabías qué escribir… Un beso.

    • Anónimo dice:

      Uff. Es de lo poco que estoy escribiendo. Este año es más de lectura y análisis. Esto fue una descarga. Ahora… no sabe lo que le espera al pobre 2012…

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